18/6/14

POR SI ACASO, por Juan M. Querejeta



Cuando abres un libro con las páginas amarillentas por el paso de los años tienes en tus manos mucho más que un texto; mucho más que una obra literaria. En tus manos está la historia de ese ejemplar concreto; de cuándo, dónde y por qué lo compraste. O de quién te lo regaló y por qué lo hizo. En cualquier caso, un libro es mucho más que un simple texto; es un fragmento «tangible» de tu vida. Ahora bien: si se trata de un libro de segunda mano, de un libro usado, la experiencia se enriquece sustancialmente con el misterio de todo lo relacionado con su anterior o anteriores propietarios, y puedes preguntarte —yo me lo he preguntado muchas veces— quién y por qué se deshizo del libro. En ese caso, también es un fragmento «tangible» de otras vidas.
Hace unas semanas compré en un puesto «de viejo» un ejemplar del poemario de Pablo Neruda Cien sonetos de amor, en su cuarta edición de 1969 publicada en Buenos Aires por Editorial Losada. Estuve un rato hojeándolo, buscando algunos de los sonetos más peculiares —los hay que parecen acertijos— como el XLIV, que comienza:
«Sabrás que no te amo y que te amo
para terminar:
Por eso te amo cuando no te amo
y por eso te amo cuando te amo.»

Podríamos hablar largo y tendido sobre la poesía de Neruda, pero lo que me ha traído a escribir estas líneas es que, cuando me disponía a cerrar el libro para guardarlo, descubrí la siguiente dedicatoria:
Para Leonor, por si acaso.
Ramiro
6-1-72
Desde entonces, cuando releo la dedicatoria siento que probablemente yo sea el único testigo de un amor que se desató hace más de cuarenta años. Me imagino a un Ramiro, cualquier Ramiro, escribiendo esas pocas palabras nervioso, encogido por el temor ante una posible respuesta negativa, si bien, la dedicatoria tiene un toque de ironía con ese «por si acaso», como diciendo «a ver si cae». Sin embargo, no me cabe duda de que la ironía de Ramiro era un escudo preventivo frente a males mayores, como el desdén o la indiferencia. Nadie regala poesía porque sí; por si acaso.
Nunca sabremos si Leonor fue receptiva o si, por el contrario, pasó del tal Ramiro, pero yo sé que aquel amor existió; tengo la prueba. Acaricio las páginas amarillas como si fuera posible percibir alguna vibración de aquello que sucedió hace tanto tiempo y me pregunto qué habrá sido de Leonor y de Ramiro. Tal vez, por un aquél del azar o del destino, uno de ellos lea esta revista y se reconozca, pero de cualquier modo, no estaría de más que cualquier lector o lectora que conozca a una Leonor o a un Ramiro se lo hagan saber. Por si acaso. Este episodio es el mejor ejemplo de que un libro impreso es mucho más que un mero soporte; la curiosa dedicatoria le aportó al poemario de Neruda una vida suplementaria y creó un hilo conductor que nos une con los protagonistas de aquella historia. Y mi pregunta es: ¿Puede transmitirse algo parecido con un libro digital? Evidentemente, no.
Se ha escrito mucho sobre el tema y no quisiera parecer un retrógrado anacrónico, un troglodita tecnológico, si manifiesto mis preferencias irrevocables por el libro impreso. No quiero entrar en un tema de debate ya manido. Reconozco que las cosas cambian y las nuevas tecnologías nos aportan grandes avances que nos hacen la vida más fácil, pero lo cierto es que nada de lo relatado anteriormente hubiera sido posible. A los libros electrónicos, por mucho tiempo que pase, no se les ponen las páginas amarillentas, envejecidas. En los libros electrónicos no hay dedicatorias y la operación de regalar uno se me antoja de lo más frío. Además, y como razón de peso, argumentaré que con uno de esos cacharros tampoco podría usar los deliciosamente cursis marca páginas victorianos que adquirí en la Wallace Collection de Londres.
               JUAN M. QUEREJETA


2 comentarios :

  1. Feliz verano y gracias por abrir las puertas de vuestro cálido ático¡¡¡¡

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre estarán abiertas para quien guste asomarse.
      Gracias.

      Eliminar