Tiro de memoria y recuerdo al menos tres películas, muy posteriores a la
de Lubitsch, en las que el protagonista masculino sustituye como pareja a una
mujer por un maniquí o una muñeca hinchable: Tamaño natural, de L. G. Berlanga (1974), Lars y una chica de verdad, de Craig Gillespie (2007) y Air doll, de Hirokazu Koreeda (2009). El mismo tema llevado a la pantalla grande en
épocas distintas y distantes entre sí, y de plena actualidad también fuera de
ella; basta con mencionar el documental El
imperio de los sin sexo, sobre la abstinencia sexual en Japón, donde las
muñecas y los gatos se han convertido hoy día en sucedáneos eróticos de la
pareja.
Detrás de esa permuta, en la que el evidente conflicto
de orden sexual no siempre es causa sino más bien consecuencia, casi siempre se
agazapan trabas personales tal vez menos evidentes que lo sexual pero las
auténticas promotoras del “cambiazo” en realidad. Ya sean los pretextos para esa
sustitución más o menos inocentes, encubiertos o visibles —desde heredar una
gran fortuna en la cinta de Lubitsch a encontrar compañía en la de Koreeda—, la
solución pasa en todos los casos por cambiar lo real por lo fingido, lo vivo
por lo inanimado, e insuflarle después vida con la imaginación.
Sin duda, en el cine mudo, la imagen silente da lugar a
equívocos y enredos que provocan la carcajada y suavizan en parte el patetismo
que se esconde tras asuntos tan serios. La perversidad de Lubitsch al plantear
un tema de calado como la misoginia se dulcifica no solo mediante la
teatralidad humorística de sus gags (una
legión de jovencitas persiguiendo incansablemente por la calle al heredero
casadero), sino también por el expresionismo de unos decorados de cartón-piedra
dignos de una función de colegio (caballos simulados por dos personas bajo una
tela, una de pie para los cuartos delanteros y otra inclinada para los traseros)
y un final feliz donde el protagonista acaba enamorándose de la supuesta muñeca
mecánica que ha adquirido y que en realidad era una mujer de carne y hueso. Acidez
más ternura, el famoso “toque Lubitsch”.
Las variantes sonoras que mencionábamos del tema contienen
también momentos hilarantes, si bien no llegan a mitigar lo suficiente el
dramatismo de la situación y sus posibles causas, al menos no en todas las
cintas. Salvo en Lars y una chica de verdad,
donde, al favorecer la muñeca la comunicación de Lars con sus familiares y
amigos, automáticamente se produce la complicidad o implicación de estos en la
“situación creada” por el protagonista, como un juego en el que todos
participan y que redunda en una especie de crecimiento interior comunitario; en
cambio, en las películas de Berlanga y Koreeda, la obsesión de sus
protagonistas hacia lo que empezó siendo un juguete termina no solo distanciándoles
por completo del mundo de lo real, sino que el propio juguete acaba cobrando
vida y adquiriendo comportamientos similares a los de los vivos, lo que conduce
de nuevo a los protagonistas a una realidad tan indeseada como la que tenían al
principio. El objeto sustituto se torna en un sujeto similar al sustituido, con
sus mismos deseos, debilidades e imperfecciones. Círculo vicioso, vuelta a
empezar.
El cine no deja de ser un reflejo del mundo. Tras las
razones que supuestamente llevan a un hombre a la misoginia, a evitar al sexo
femenino y sustituirlo por un juguete o por un animal o por la abstinencia —o,
peor aún, a argüir para justificar su soledad un platonismo desamparado o una
afectividad mal comprendida por la depredadora mujer actual— y, por supuesto, respetando
los gustos de cada cual y los casos de disfunciones orgánicas y/o psicológicas
diagnosticadas; se intuye a menudo cierto autovictimismo masculino, una autojustificación
para su deserción de la relación de pareja, sin duda complicada en la sociedad
actual, sí, pero no menos de lo que lo ha venido siendo para la mujer durante
siglos. Las palabras que lo resumirían son miedo e inseguridad. Miedo e
inseguridad del hombre ante una nueva posición de la mujer en el mundo, como
consecuencia de la cual y paralelamente a las conquistas importantísimas
conseguidas, ésta, ahora que puede elegir con libertad con quién quiere y con
quién no estar —el hombre ya no es el único que tiene el control en las
relaciones—, paradójicamente se encuentra en la tesitura de verse reemplazada
en lo amatorio y lo sexual por un animal o un juguete.
Sorprende que en todas esas películas sean hombres
quienes buscan compañía en una muñeca y no se dé el caso contrario: mujer sustituye
hombre por muñeco; aunque tal vez exista alguna y yo no la haya visto. Hay
quienes dicen que la nueva actitud de la mujer es la responsable del aumento de
la homosexualidad masculina. Sin embargo, curiosamente, son menos los que
responsabilizan al hombre del incremento de la homosexualidad femenina; si bien
tal vez no sean tan pocos y en realidad sea que yo no los he oído.
En todo
caso, tanto una cosa como la otra suenan ridículas, el equivalente a echar
balones fuera. El espejo donde hombre y mujer se miran hoy refleja imágenes más
reales de ambos de lo que lo fueron durante siglos. Iniciar una nueva “guerra
de sexos”, en la que ahora se atribuye a la mujer la responsabilidad de la
“espantada sexual” del hombre me parece injusto, una forma distorsionada de
mirarse en el espejo y de soslayar los auténticos conflictos propios
revirtiéndolos en otros o, mejor dicho, en otras. Aunque, desde luego, como en La muñeca de Lubitsch, el papel de
perchero siempre lo desempeñará infinitamente mejor que una mujer, una muñeca,
de eso no hay duda.
MAR REDONDO, habitante del ático.
Hay dos maneras de
difundir la luz... ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja.
Lin
Yutang
Muy interesante, Mar. Es curioso cómo el hombre busca sustituir el físico completo de la mujer mediante muñecas mientras que la mujer suele sustituir al hombre con un mero cacharro vibrador. Me gustaría conocer las razones psicológicas que sin duda subyacen bajo ambos comportamientos.
ResponderEliminarLuca
Supongo que la mujer sustituye o complementa al hombre solo en lo sexual, mientras que el hombre buscar sustituir en muchos otros aspectos, por eso en las pelis se les ve sentando a la muñeca a la mesa, presentándola a los amigos e incluso casándose con ella. En fin, la psiques del hombre y de la mujer, que sin duda son distintas, Luca.
EliminarEspero que las mujeres no nos sustituyan a los hombres meramente en lo sexual por artilugios varios, por que sino apañados vamos.Se pueden encargar niños sin participación activa varonil,¿Donde nos dejan entonces?. Somos muchoo más.
EliminarSí, Juanjo, ambos, hombre y mujer somos mucho más. Los juguetes están bien, pero que nos sustituyan en todo...
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