10/12/14

EL LENGUAJE QUE NOS PERMITE SOÑAR, por Peter Redwhite


Recuerdo que, cuando elegí el texto de Descartes en Selectividad, a mí aquello de “pienso, luego existo” me parecía genial. No importaba si lo que estábamos viendo era o no real: por ejemplo, con un enunciado tan simple como “creo ver una casa y por tanto existo” ya te dejaban un rato en paz Dios, los sueños y hasta el geniecillo maligno. Es cierto que la explicación de la existencia del resto de cosas nunca me convenció del todo, también lo es que entonces, al acabar el instituto, a los diecisiete, era el momento de tomar decisiones importantes y no de cuestionar de manera metódica la filosofía cartesiana.


Ahora, cuando ahora ya no significa el momento en que llegué a Madrid ni los días de Universidad, ni aquí (el lugar desde donde escribo) es la casa del Paseo de San Francisco de Sales en la que he vivido todos estos años, no tengo muy claro qué queda del yo de Selectividad, de la res cogitans, del sujeto de Descartes. Fernando Savater llega a preguntarse incluso por qué lo que piensa y existe debe ser una cosa, un algo estable, en lugar de una serie de impresiones momentáneas. ¿Percibimos alguna vez de verdad ese sujeto que Descartes da por supuesto o no es más que otra ilusión? Jamás se me habría ocurrido pensar que yo pudiera ser tan sólo un localizador verbal idéntico a aquí o ahora, que existir funcionase de la misma manera que es de día o llueve, algo que pasa pero que nadie hace. Y surge la cuestión de qué es lo que explica la continuidad de esa serie sensaciones, deseos y pensamientos, de por qué estamos tan comprometidos con ella.


Allí, en la casa de San Francisco de Sales, la habitación en la que escribía era pequeña e interior, me encantaba. Había veces en las que un Sporting-Sevilla era motivo suficiente para que viniesen amigos y comprar un queso de ésos que se untan, aún hablamos de los domingos de tostador. El salón daba a un patio de árboles muy altos a los que vimos sin hojas unas cuantas veces. Sí, seguramente Savater lleva razón cuando dice que es la memoria lo que explica la continuidad de nuestra existencia. Pero aquí, en esta casa, también se está muy bien. Llevo demasiado dándole vueltas a todo esto, voy a ver qué hacen mis compañeros de piso, a hablar un rato. Y es que me gusta la manera en la que Wittgenstein, por medio del lenguaje, justifica la existencia de los demás: el lenguaje que encontramos en nosotros, el que nos permite soñar y pensar, es por el que debemos postular la existencia de otras interioridades: “soy un yo porque puedo llamarme así frente a un tú en una lengua que permite después al tú hablar desde el lugar del yo”.


No hay comentarios :

Publicar un comentario