El otro día me acordé de una peli de dibujos animados que
me encantaba de pequeña, hace de esto algunos, muchos años, se llamaba los
Supersónicos y eran los Picapiedra del futuro. Pasaba allá por el año 2060 y
muchos de los inventos que en ella aparecían como coches voladores o
helipuertos en las azoteas de las casas o la comunicación sin cables, los
móviles, las pantallas curvas o la telemedicina son ya casi realidades. Una
conferencia de Jeremy Rifkin [i] comentando la nueva revolución económica que
se nos viene encima me los trajo a la
memoria. A este economista con muchos libros y algunos años, unos le tachan de
utópico, otros de visionario, algunos gobiernos le tienen como consejero, otros
le consideran un embaucador, a mí, en todo caso, me obligó a reflexionar. Hace
unos meses escribí sobre esa tendencia que me parecía vislumbrar de un nuevo
modo de hacer, vivir, trabajar entre
jóvenes y no tan jóvenes, ese nuevo hecho de compartir y colaborar. Compartir y
colaborar en el trabajo, en nuevos
espacios de conocimiento, en el transporte, en el ocio. Con que acierte, pensé,
solo en una décima parte de lo que vislumbra, lo que está por llegar es más,
mucho más, de lo que creí entrever a
través de mi mirilla. Un nuevo universo donde la conjunción de los desarrollos
en telecomunicaciones, junto con los nuevos modos de generar energía y la
revolución en el transporte, desde drones hasta coches eléctricos o vehículos
sin conductor, dejarían sin efecto muchas de nuestras rutinas cotidianas, muchas
de las actuales industrias, y con ello, como ya comenté, modos de trabajo, tipo de profesiones, etc.,
etc.
Se nos anuncia un nuevo universo económico, la tercera
revolución industrial, que de alguna forma viene precedida de los avances ya
avistados en los nuevos modos de consumir, lo que él denomina la sociedad de
coste marginal cero. Es decir, afirma, que el hecho de que el coste de producir
muchos de los productos se haya reducido considerablemente y que en muchos casos el coste de producir
una unidad adicional de producto, una vez amortizados los costes fijos, tienda
a cero, ha facilitado la auto producción de música, la creación de nuestros propios libros o la bajada por uno
mismo de vídeos. Pero este cambio de paradigma que empezó por la industria de
contenidos culturales, ayudada por el tremendo desarrollo de las
telecomunicaciones y la mayor disponibilidad a Internet, y que mucho han
considerado un hecho reducido solo a ese sector, parece que avanza
imparablemente en muchos otros sectores industriales.
Este cambio no llegaría de un día para otro, durante un
cierto número de años coexistirían dos
formas de economía o dos modelos económicos, Pero va a obligar a una diferente
percepción del producir y consumir, a esos nuevos consumidores les/nos ha
bautizado como prosumidores, porque a la vez producen y consumen. En su teoría
señala que la tercera revolución industrial vendría marcada, como ya pasó con
la primera y la segunda, por la coexistencia en un mismo momento de tres
avances disruptivos, en este caso, el Internet de las cosas, las renovables y las nuevas infraestructuras. Ese mundo nuevo
que él visiona hará obsoletos muchos de los actuales planteamientos y la forma de vivir. Aunque no todo sea
negativo y hasta nos sugiere cómo y dónde se crearan nuevas profesiones para
facilitar la integración del individuo en este nuevo hábitat tecnológico. Yo,
en un acto de fe visionaria, me lo creo. Pero me inquietan los posibles efectos
si ante esa realidad no se reacciona a tiempo o cuando se reaccione sea ya
demasiado tarde.
Sin embargo, de este nuevo universo que nos cuentan
ambicionaría más creatividad para el día a día y que nuestro relato de futuro
se acercará más a la vida de los Supersónicos.
No solo por el hecho de trabajar, como trabajaban en la peli, tres días
a la semana, sino porque esos avances se reflejen en la vida cotidiana. Por
ejemplo, cómo puede ser que los portales financieros sean autopistas de seis
vías o más y no se pongan en marcha
aplicaciones, apps, para cambiar fácilmente de una compañía eléctrica a
otra, para cuándo los trabajadores enfermos ya no necesitaran recoger ellos
mismos sus bajas, sic, y llevarlas al lugar de trabajo y exista una aplicación TIC
que envíe de forma automática el documento al empleador o para cuándo menos
drones voladores y más robots para las tareas domésticas a costes accesibles o
cómo es que no se estén buscando ya alternativas, como en otros países, para
que la inversión en renovables sea deducible para el particular y no solo para
los grandes inversores, ó, ó… Podría seguir y seguir, lo que no me gustaría es
que al final nuestro relato se asemeje más a
la novela zona exterior, de Paul
Theroux. Yo, sin dudarlo, me quedo con el de los Supersónicos. Llámenme ingenua.
[i] La sociedad de coste marginal cero: El Internet
de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo. Editorial Paidos. Jeremy Rifkin.
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