8/10/14

LOS SUPERSÓNICOS, por Heterodoxa


El otro día me acordé de una peli de dibujos animados que me encantaba de pequeña, hace de esto algunos, muchos años, se llamaba los Supersónicos y eran los Picapiedra del futuro. Pasaba allá por el año 2060 y muchos de los inventos que en ella aparecían como coches voladores o helipuertos en las azoteas de las casas o la comunicación sin cables, los móviles, las pantallas curvas o la telemedicina son ya casi realidades. Una conferencia  de  Jeremy Rifkin [i]  comentando la nueva revolución económica que se nos viene encima  me los trajo a la memoria. A este economista con muchos libros y algunos años, unos le tachan de utópico, otros de visionario, algunos gobiernos le tienen como consejero, otros le consideran un embaucador, a mí, en todo caso, me obligó a reflexionar. Hace unos meses escribí sobre esa tendencia que me parecía vislumbrar de un nuevo modo de hacer, vivir, trabajar  entre jóvenes y no tan jóvenes, ese nuevo hecho de compartir y colaborar. Compartir y colaborar en el trabajo, en  nuevos espacios de conocimiento, en el transporte, en el ocio. Con que acierte, pensé, solo en una décima parte de lo que vislumbra, lo que está por llegar es más, mucho más, de lo que creí entrever  a través de mi mirilla. Un nuevo universo donde la conjunción de los desarrollos en telecomunicaciones, junto con los nuevos modos de generar energía y la revolución en el transporte, desde drones hasta coches eléctricos o vehículos sin conductor, dejarían sin efecto muchas de nuestras rutinas cotidianas, muchas de las actuales industrias, y con ello, como ya comenté,  modos de trabajo, tipo de profesiones, etc., etc.



Se nos anuncia un nuevo universo económico, la tercera revolución industrial, que de alguna forma viene precedida de los avances ya avistados en los nuevos modos de consumir, lo que él denomina la sociedad de coste marginal cero. Es decir, afirma, que el hecho de que el coste de producir muchos de los productos se haya reducido considerablemente  y que en muchos casos el coste de producir una unidad adicional de producto, una vez amortizados los costes fijos, tienda a cero, ha facilitado la auto producción de música, la creación de  nuestros propios libros o la bajada por uno mismo de vídeos. Pero este cambio de paradigma que empezó por la industria de contenidos culturales, ayudada por el tremendo desarrollo de las telecomunicaciones y la mayor disponibilidad a Internet, y que mucho han considerado un hecho reducido solo a ese sector, parece que avanza imparablemente en muchos otros sectores industriales.

Este cambio no llegaría de un día para otro, durante un cierto número de años coexistirían  dos formas de economía o dos modelos económicos, Pero va a obligar a una diferente percepción del producir y consumir, a esos nuevos consumidores les/nos ha bautizado como prosumidores, porque a la vez producen y consumen. En su teoría señala que la tercera revolución industrial vendría marcada, como ya pasó con la primera y la segunda, por la coexistencia en un mismo momento de tres avances disruptivos, en este caso, el Internet de las cosas, las renovables y  las nuevas infraestructuras. Ese mundo nuevo que él visiona hará obsoletos muchos de los actuales planteamientos y  la forma de vivir. Aunque no todo sea negativo y hasta nos sugiere cómo y dónde se crearan nuevas profesiones para facilitar la integración del individuo en este nuevo hábitat tecnológico. Yo, en un acto de fe visionaria, me lo creo. Pero me inquietan los posibles efectos si ante esa realidad no se reacciona a tiempo o cuando se reaccione sea ya demasiado tarde. 

Sin embargo, de este nuevo universo que nos cuentan ambicionaría más creatividad para el día a día y que nuestro relato de futuro se acercará más a la vida de los Supersónicos.  No solo por el hecho de trabajar, como trabajaban en la peli, tres días a la semana, sino porque esos avances se reflejen en la vida cotidiana. Por ejemplo, cómo puede ser que los portales financieros sean autopistas de seis vías o más y no se pongan en marcha  aplicaciones, apps, para cambiar fácilmente de una compañía eléctrica a otra, para cuándo los trabajadores enfermos ya no necesitaran recoger ellos mismos sus bajas, sic, y llevarlas al lugar de trabajo y exista una aplicación TIC que envíe de forma automática el documento al empleador o para cuándo menos drones voladores y más robots para las tareas domésticas a costes accesibles o cómo es que no se estén buscando ya alternativas, como en otros países, para que la inversión en renovables sea deducible para el particular y no solo para los grandes inversores, ó, ó… Podría seguir y seguir, lo que no me gustaría es que al final nuestro relato se asemeje más a  la novela  zona exterior,  de Paul Theroux. Yo, sin dudarlo, me quedo con el de los Supersónicos.  Llámenme ingenua.




[i] La sociedad de coste marginal cero: El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo. Editorial Paidos. Jeremy Rifkin.

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