15/10/14

DE ZOMBIS, por Angel Sánchez


Yo no voy a tirar la primera piedra sobre ellos, pero multitud de zombis deambulan impunemente por  las calles de mi ciudad. Se les reconoce porque llevan sendos auriculares en los oídos, de los que sale un cable que les conecta con un pequeño aparato que en algunos casos llevan oculto, y en otros lo manipulan como conectándose con un mundo exterior. En ocasiones, los auriculares y cables pueden no estar presentes. Estos zombis son potencialmente peligrosos. Su alto grado de abstracción puede provocar accidentes a los vehículos a motor y a las bicicletas, y más de un cabreo a los ciudadanos de a pie que han de ir esquivándolos por las aceras.

Son kamikazes andantes, con semáforos y pasos de cebra como lugares preferentes de actuación.  Aunque más suicidas son aún cuando son ellos mismos los que conducen temerariamente un vehículo o una bicicleta, casos en que el reparto de miradas entre el útil entre manos —en estos casos, inútil— y la atención a la conducción convierte en solo cuestión de tiempo el que termine en algún accidente.


Una observación en perspectiva del espacio por el que andan nos dibujaría un perfecto casting de extras para “La noche de los muertos vivientes”. En general, presentan un aspecto tranquilo, incluso esbozan algunas sonrisas en la manipulación de sus dispositivos. Están programados para no desprenderse de estos, porque tengo harto comprobado que su olvido o desaparición provoca en estos individuos —sin distinción de sexo— malestar, desasosiego, violencia y, si la desvinculación del aparato es prolongada, situaciones de auténtica ansiedad. Olvidarse el teléfono en casa, es casi lo peor que les puede pasar en un día lleno de desastres.

No es raro ver en reuniones a algunos de estos individuos manipulando todos ellos su terminal, con expresiones en su rostro de distinta tipología, que puede ir desde la abstracción completa a la carcajada, pasando por la de asombro o de fruncimiento del ceño. Difícil es una conversación continua entre todos y cuando hay amago de ella, es frecuentemente interrumpida por alguno que vuelve hacer uso del aparato. La mayor continuidad en el diálogo se da cuando el tema es precisamente las aplicaciones o prestaciones de sus respectivas maquinitas. Los utensilios, que emiten sonidos aleatorios de muy diversa índole son colocados casi siempre encima de la mesa en torno a la cual están reunidos, porque se siente la necesidad de tenerlos a la vista, siendo pocos los que los ponen en sus bolsos o bolsillos.


Estos zombis pueden no creen en ningún dios, pero todos adoran su dispositivo. Parece resolverles cualquier tipo de duda y en él creen encontrar todo lo que necesitan. Es su médico, su consejero, asesor de cocina, dietista, crítico de cine y hace muchas cosas más, entre ellas…el ponerle en contacto con todos sus “amigos” (sí, también incluidos aquellos que cuando ven personalmente ni le saludan). Y lo que no encuentran aquí parece no tener importancia o, en cualquier caso, mucha menor de lo que él les ofrece. Les acerca a los que tienen lejos, a costa de separarles de los que tienen cerca. Duerme a su lado como moderno ángel de la guarda. Para él es su última mirada, incluso después que para sus propias parejas. Y para él también la primera después de desperezarse. El aviso de batería baja despierta en sus usuarios cierta intranquilidad, directamente proporcional a la “importancia” del asunto que se tenga entre manos, porque siempre sienten sus usuarios que algo importante se les puede escapar, aunque objetivamente no sea así. Siguen la evolución de la progresiva falta de energía como lo haría el médico ante la máquina que mide las pulsaciones del enfermo grave.


Ha acabado con la continuidad en las conversaciones, en los estudios, en la lectura, en los descansos, en el disfrute de la naturaleza, e incluso lo puedes sufrir en una interesantísima película en el cine. Su cámara fotográfica es como los árboles que no nos dejan ver el bosque porque se prefiere diez minutos fotografiando un monumento que un minuto disfrutándolo, y nos ha hecho narcisistas individuales o de grupo. ¡Qué tiempos aquellos, que parecen tan lejanos, en que exhibirse en público hablando por teléfono móvil era objeto de burlas, bromas e, incluso, de miradas asesinas! Todo en este mundo de zombis es intermitente, todo susceptible de ser interrumpido o postergado, de ser minusvalorado frente a la trascendencia de lo que les ofrece el pequeño artilugio. Un artilugio que es más bien artefacto a punto de estallar en medio de la sociedad, destruyéndola, quitándole la esencia y haciendo de ella simplemente una yuxtaposición de individuos y no una unión e interrelación de ellos como hasta ahora ha sido. Quizá el tiempo, la educación, o la nostalgia que siempre nos viene de tiempos pasados, lo desactiven a tiempo. 
___________________________

P.D.: Si alguien piensa que he utilizado de forma inadecuada o exagerada el término zombi, que mire la definición que de él hace la RAE. 

No hay comentarios :

Publicar un comentario