1/10/14

EL ALIENTO DEL VIEJO CONTINENTE, por Peter Redwhite


En las gradas del primer hoyo de uno de los campos de golf del Hotel de Gleneagles, a una hora de Edimburgo, se ven banderas de Escocia. Gritos de “Europe, Europe” días después del referéndum. Es la Ryder Cup, la competición bianual que enfrenta a los mejores golfistas de Europa y Estados Unidos. Me da por pensar en qué se distingue el patriotismo europeo, si existe, del de los nacionalismos.
Quizá —exceptuando a los aficionados al golf, un fin de semana cada dos años—, pocos hayan experimentado un sentimiento consciente de pertenencia a Europa. Puede que lo demos por sentado: hasta hace no tanto tendíamos a pensar que Occidente era todo lo que había. Cada vez parece más clara la necesidad de definirse en el escenario actual, de plantearse si Europa es algo más que ese trozo de mapa que en el cole a mí me gustaba pintar de azul con estrellitas.
El año pasado oí decir a Iñaki Gabilondo que Europa se estaba convirtiendo en una especie de supermercado, que se estaba perdiendo el aliento que siempre ha caracterizado al Viejo Continente. Supongo que Gabilondo no se refería a asuntos técnicos, económicos, financieros y administrativos. Tampoco a las costumbres más arraigadas, sino a valores, ideales y principios. Estaría bien que, a la hora de enarbolar banderas, nos detuviésemos más en estas cuestiones, que no tendiésemos a mirar al pasado sólo para rescatar humillaciones reales o inventadas, para apropiarnos de hechos o personajes históricos.
Acabo de leer un artículo en el que Václav Hevel (presidente de la República Checa en julio de 2000) reflexiona sobre la identidad europea. A su modo de ver, todo esto de una Europa unificada es un arma de doble filo, siempre que nos olvidemos de lo espiritual, de lo que nos une después de siglos de lucha por la dignidad de la persona: el respeto de las libertades únicas del ser humano, el Estado de Derecho, la igualdad ante la ley, la protección de minorías, las instituciones democráticas, el pluralismo político, la separación de poderes, etc.

Recuerdo que aquel día Gabilondo dijo que si eliminamos todo lo que parece que no importa, lo que importa pierde su significado. Sé que Europa tiene que afrontar retos más trascendentales que el de retener la copa de la Ryder, pero esta tarde me voy a unir a los aficionados escoceses. Me gustaría estar allí, en Gleneagles, apoyando al equipo europeo; qué más da ahora lo que cada uno votó en el referéndum.

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