En las gradas
del primer hoyo de uno de los campos de golf del Hotel de Gleneagles, a una
hora de Edimburgo, se ven banderas de Escocia. Gritos de “Europe, Europe” días después del referéndum. Es la Ryder Cup , la competición
bianual que enfrenta a los mejores golfistas de Europa y Estados Unidos. Me da
por pensar en qué se distingue el patriotismo europeo, si existe, del de los
nacionalismos.
Quizá —exceptuando
a los aficionados al golf, un fin de semana cada dos años—, pocos hayan
experimentado un sentimiento consciente de pertenencia a Europa. Puede que lo
demos por sentado: hasta hace no tanto tendíamos a pensar que Occidente era
todo lo que había. Cada vez parece más clara la necesidad de definirse en el
escenario actual, de plantearse si Europa es algo más que ese trozo de mapa que
en el cole a mí me gustaba pintar de azul con estrellitas.
El año pasado oí
decir a Iñaki Gabilondo que Europa se estaba convirtiendo en una especie de
supermercado, que se estaba perdiendo el aliento
que siempre ha caracterizado al Viejo Continente. Supongo que Gabilondo no se
refería a asuntos técnicos, económicos, financieros y administrativos. Tampoco
a las costumbres más arraigadas, sino a valores, ideales y principios. Estaría
bien que, a la hora de enarbolar banderas, nos detuviésemos más en estas
cuestiones, que no tendiésemos a mirar al pasado sólo para rescatar
humillaciones reales o inventadas, para apropiarnos de hechos o personajes
históricos.
Acabo de leer
un artículo en el que Václav Hevel (presidente de la República Checa en
julio de 2000) reflexiona sobre la identidad europea. A su modo de ver, todo
esto de una Europa unificada es un arma de doble filo, siempre que nos
olvidemos de lo espiritual, de lo que nos une después de siglos de lucha por la
dignidad de la persona: el respeto de las libertades únicas del ser humano, el
Estado de Derecho, la igualdad ante la ley, la protección de minorías, las
instituciones democráticas, el pluralismo político, la separación de poderes,
etc.
Recuerdo que aquel
día Gabilondo dijo que si eliminamos todo lo que parece que no importa, lo que
importa pierde su significado. Sé que Europa tiene que afrontar retos más
trascendentales que el de retener la copa de la Ryder , pero esta tarde me
voy a unir a los aficionados escoceses. Me gustaría estar allí, en Gleneagles,
apoyando al equipo europeo; qué más da ahora lo que cada uno votó en el
referéndum.
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