22/1/14

LA GRAN BELLEZA (Paolo Sorrentino), por MAR REDONDO




La Commedia dell’arte y Fellini son las referencias que asoman en La gran belleza, de Paolo Sorrentino. Algunos críticos dicen que se encontrará entre las mejores películas del siglo XXI. Es pronto para saberlo con certeza, por suerte queda aún mucho cine por hacer y por ver, pero creo que sí podría afirmarse que es una de las mejores películas en lo que llevamos de siglo; incluso aunque a lo largo de su dilatado metraje (142 minutos) oigamos algunos bostezos. Se puede decir que eso forma parte del guión; podría haber hasta quien se desmayase durante la proyección. Son los efectos secundarios de una sesión intensiva de más de dos horas de imágenes bellas e hipnóticas, a un ritmo discontinuo y vertiginoso.

En una terraza con vistas al Coliseo y al son de una sicodélica Rafaela Carrá bailan, beben e interactúan desaforadamente —en todos los sentidos— decadentes y estirados rostros de la alta sociedad romana. Son los zanni de la comedia del vacío, los acróbatas de la farsa de hoy representando su gran mascarada. Nadie es quien parece ser. 

     En medio de ellos, Jep Gambardella (el fantástico actor Toni Servilio), máximo exponente de la frivolidad. Una mañana le confiesa a su criada que se encuentra raro, “ni alegre ni triste”, y el periodista de éxito sesentón, escritor malogrado, se lanza a la búsqueda de “la gran belleza”, el gran prodigio que le salve de tanta mundanidad.


Ese Gambardella “raro” es capaz de observar lo que le rodea con un distanciamiento sustancial que le permite ver a los otros —“hay gente que habla de cosas que ni siquiera sabe lo que significan”— y a sí mismo, apuntalado a la vida por el recuerdo remoto y sutil de un amor de juventud; andando y desandando las ajadas calles de Roma en las madrugadas, de recogida a casa, cuando la ciudad no puede ser más bella.

Roma pasa ante nuestros ojos igual que subida en un velocípedo, lo mismo que los episodios que construyen y estructuran la historia, y los personajes que la transitan; céleres, sin transiciones, sin treguas, a saltos. Todo ello, parte de una realidad actual gastada y corrompida por dentro, susceptible de derrumbarse y desaparecer con un chasquido de dedos pero aun así resistente. Solo dos personajes parecen mantenerse quietos en medio de ese vórtice, una rica heredera y una misionera, tal vez los menos “no auténticos” de todos por tener asumido su derrumbe. 



      Y, entre los unos y las otras, Gambardella descubriendo el mar en el techo de su dormitorio y viendo desaparecer una jirafa entre las ruinas romanas. ¿Es que solo en la imaginación y en la magia pueden darse los prodigios? Quién lo sabe.

 Es La gran belleza una gran película a la que las referencias conocidas —Fellini la más evidente— no la hacen desmerecer. Muy al contrario, Sorrentino las utiliza de guía y las re-crea demostrando que en el cine, en el arte y sobre todo en “el aparato humano” —así se titula el único libro escrito y premiado en el haber literario de Gambardella— todo ha de cambiar para perpetuarse y para continuar exactamente igual pero radicalmente distinto porque, como dice el protagonista, “el futuro es maravilloso”, la gran falacia que nos impele a derrochar el presente.


MAR REDONDO

2 comentarios :

  1. Gracias Mar redondo, por esta extraordinaria descripción de la pelicula en cuestión, me gustará verla por los paisajes y zonas que nombras salen en este film. Desde aqui vuelvo a animar al equipo de el Atico, para seguir en la divulgación de ocio y cultura que desde este foro estais realizando todos los componentes del mismo. enhorabuena

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  2. Juanjo, tanto como paisajes yo no diría, es más bien una especie de collage, un trabajo de puntillismo si hablásemos de pintura, hay que mirarlo de lejos para hacerse una idea clara del conjunto. Vale la pena verla. Gracias por seguirnos y por tu apoyo.

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