En una
terraza con vistas al Coliseo y al son de una sicodélica Rafaela Carrá bailan,
beben e interactúan desaforadamente —en todos los sentidos— decadentes y
estirados rostros de la alta sociedad romana. Son los zanni de la comedia del vacío, los acróbatas de la farsa de hoy
representando su gran mascarada. Nadie es quien parece ser.
En medio de ellos, Jep Gambardella (el fantástico actor Toni Servilio), máximo exponente de la frivolidad. Una mañana le confiesa a su criada que se encuentra raro, “ni alegre ni triste”, y el periodista de éxito sesentón, escritor malogrado, se lanza a la búsqueda de “la gran belleza”, el gran prodigio que le salve de tanta mundanidad.
En medio de ellos, Jep Gambardella (el fantástico actor Toni Servilio), máximo exponente de la frivolidad. Una mañana le confiesa a su criada que se encuentra raro, “ni alegre ni triste”, y el periodista de éxito sesentón, escritor malogrado, se lanza a la búsqueda de “la gran belleza”, el gran prodigio que le salve de tanta mundanidad.
Ese Gambardella
“raro” es capaz de observar lo que le rodea con un distanciamiento sustancial
que le permite ver a los otros —“hay gente que habla de cosas que ni siquiera
sabe lo que significan”— y a sí mismo, apuntalado a la vida por el recuerdo
remoto y sutil de un amor de juventud; andando y desandando las ajadas calles
de Roma en las madrugadas, de recogida a casa, cuando la ciudad no
puede ser más bella.
Roma
pasa ante nuestros ojos igual que subida en un velocípedo, lo mismo que los
episodios que construyen y estructuran la historia, y los personajes que la
transitan; céleres, sin transiciones, sin treguas, a saltos. Todo ello, parte
de una realidad actual gastada y corrompida por dentro, susceptible de derrumbarse
y desaparecer con un chasquido de dedos pero aun así resistente. Solo dos
personajes parecen mantenerse quietos en medio de ese vórtice, una rica
heredera y una misionera, tal vez los menos “no auténticos” de todos por tener asumido su derrumbe.
Y, entre los unos y las otras, Gambardella descubriendo el mar
en el techo de su dormitorio y viendo desaparecer una jirafa entre las ruinas
romanas. ¿Es que solo en la imaginación y en la magia pueden darse los
prodigios? Quién lo sabe.
Es La gran belleza una gran película a la que
las referencias conocidas —Fellini la más evidente— no la hacen desmerecer. Muy
al contrario, Sorrentino las utiliza de guía y las re-crea demostrando que en
el cine, en el arte y sobre todo en “el aparato humano” —así se titula el único libro
escrito y premiado en el haber literario de Gambardella— todo ha de cambiar
para perpetuarse y para continuar exactamente igual pero radicalmente distinto
porque, como dice el protagonista, “el futuro es maravilloso”, la gran falacia que nos impele a derrochar el presente.
MAR REDONDO
Gracias Mar redondo, por esta extraordinaria descripción de la pelicula en cuestión, me gustará verla por los paisajes y zonas que nombras salen en este film. Desde aqui vuelvo a animar al equipo de el Atico, para seguir en la divulgación de ocio y cultura que desde este foro estais realizando todos los componentes del mismo. enhorabuena
ResponderEliminarJuanjo, tanto como paisajes yo no diría, es más bien una especie de collage, un trabajo de puntillismo si hablásemos de pintura, hay que mirarlo de lejos para hacerse una idea clara del conjunto. Vale la pena verla. Gracias por seguirnos y por tu apoyo.
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