18/12/13

MICRORRELATOS, de MAR REDONDO

   AZAR

   Los niños cantaron mi número y se restregaron los ojos enrojecidos. Por fin. No había sido un número madrugador. Salió después del 3257 y antes del 0114 que la niña no hubo ya de cantar. Entre bostezos me felicitaron y yo me emocioné al agradecerles. Fuera del salón nos esperaba un cielo sin luna, de nieve. Me ofrecí a acompañarles a casa en coche, después de todo era lo mínimo que podía hacer. Pero el nocturno 223 pasaba justo por allí, y no había razón alguna para pensar que fuese a fallarles precisamente a los niños de la suerte.


   NAVEGACIÓN

 El centro comercial había quedado en penumbra. De pronto, como previsto en el protocolo de emergencia, el techo del edificio se enrolló sobre sí mismo igual que una lata de sardinas en la llave, provocando un ¡ah! de alivio que serpenteó entre los pasillos encerados. Aquello al menos dejaba el recurso de las estrellas para orientarse.

 Alguien, tal vez mujer o quizá hombre, agravando el tono —parecía saber bien de lo que hablaba—, indicó que la esquina de la sombrerería era sin duda el lugar desde el que divisar la Osa de los navegantes. Resuelto y algo temerario emprendió el paso en medio de la penumbra con el deseo infinito de estar moviéndose en buena dirección. Al topar con lo que supuso la tienda de sombreros, miró arriba y distinguió con claridad el puntito que marcaba el norte.

  —A partir de aquí —gritó para que se le oyese—, con no perderla de vista encontrar la salida es empresa fácil. Pero apenas se movió del sitio la luz regresó inesperada y el techo, tácita y lentamente, comenzó a cerrarse de nuevo sobre la superficie del centro comercial, vacía, helada.


   ¡SHHHH!

Un agente con silbato, una cría a quien le ha explotado el globo en la cara, varios congregados con y contra el trasvase interregional de partículas alfa en suspensión, un chapuzas de pico y pala, dos recién atracados, varios niñatos con MP3, una filarmónica de ancianos con tos asmática, 1808 japoneses en corrillo a la búsqueda de tesoros, el equipo local de fútbol en traje de celebración…

Pasaban a su lado y él, dueño de su silencio, leía el reproche en sus caras. 
                                                                                                                                     Finalista del Concurso de Microrrelatos Madrid 1808

MAR REDONDO, habitante del ático.


Jamás leo los libros que debo criticar, para no sufrir su influencia.
    ÓSCAR WILDE

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