18/12/13

CUENTOS HOPPERIANOS, de PETER REDWHITE

SUMMERTIME
   
     Nunca la vi con nada parecido encima pero se me aparece así, con un vestido casi transparente que heredó de una tía lejana desafiando –en las escaleras de su portal, la mano derecha apoyada en una de las columnas al sol y a todo lo que pase por allí. Así es ella, Justin. Sólo que ni siquiera le hace falta ponerse el vestido de su tía.
   
    Me quería. Desde el principio entendí que Laureen era un desafío. No tuve que jurar promesas imposibles. Ella sólo es como te la imaginas  en algunas cosas. He vuelto a tener ese sueño. La misma escena. Una foto, salvo por las cortinas que ondean agitadas por la brisa. La puerta está abierta. No me importa. Sabes que sigo pensando que hice bien en dejarla.


COMPARTMENT C
   
  Amber Watts siente el terciopelo que cubre el asiento del compartimento C de un tren con destino a Casper, Wyoming. Quizá lo del terciopelo explique su sonrisa –nada, apenas un esbozo. Sus piernas no volverán a rozarse con la tela de los sillones de la Mansión Watts.  Esta noche será sólo la hija del señor Jensen, el de los quesos. Levanta la vista un instante. Atardece. Un bosque oscuro, un río, un puente. Seré como ese puente, piensa.

   Nunca imaginó que todo le fuese tan fácil. Acabar otra vez, años después, con las cabras del señor Jensen. Vuelve al libro. No le cuesta concentrarse. De cuando en cuando mira por la ventana. Llevaba años echando de menos el paisaje de Wyoming. Empieza a creer que lo del puente era algo más que un pensamiento absurdo.


OFFICE AT NIGHT
   
  Había anochecido cuando entré en el despacho del señor Emerick. Vengo a hacer una copia del informe del caso Keith, dije. Abrí los cajones del archivador. Él escondido tras sus papeles.

    Fue sólo una vez. Ya supe entonces que para Roger Emerick iba a ser suficiente. No voy a poder ni mirarla a la cara, Janice. Aún la quiero, sabes. Y mucho. Alguien de la oficina me contó hará un par de días que el señor Emerick ahora vive solo en un apartamento.

    Encontré el informe del caso Keith, me dirigí muy despacito hacia la puerta. Anoche Roger tampoco levantó la vista.


FOUR LANE ROAD
    
   Sigue llamándome. Yo como si nada. Llevo un rato pensando en las canciones que cuentan historias de carreteras, de autopistas, de libertad. El asfalto y el rugido del motor. Esa era mi vida.

    Lo de la gasolinera no va a funcionar, ella no dejaba de repetírmelo. Ahí llevaba razón. Qué más da. Tampoco se me ocurre otro sitio mejor. Ni nadie mejor con quien estar.

    Se lo habrá vuelto a poner. Sabe que no voy a contestar. Seguiré en mi silla hasta que se asome a la ventana y grite. Ya ni siquiera espera que diga nada sobre el vestido rojo.


PETER REDWHITE, habitante del ático.


Jamás leo los libros que debo criticar, para no sufrir su influencia.
ÓSCAR WILDE

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