21/10/13

EL ATRACTIVO DE LOS MALOS

De Tom Sawyer  recuerdo sólo lo de "pintar la valla”, supe enseguida que era ése el espacio de Mud (Jeff Nichols, 2012). El relato del paso de dos adolescentes —río Mississippi arriba, río Mississippi abajo— a la edad adulta lleva inevitablemente a Twain; sólo que Ellis y Neck, así se llaman los muchachos de la película, no dejan atrás la infancia a finales del XIX: en Mud los chicos rondan a las chicas en el parking del súper.

Nichols no duda en mostrar lo difícil que es a veces comunicarse con las personas a las que se ama, esas ocasiones en las que las heridas del alma son incluso peores que las provocadas por la mordedura de una serpiente. Las pasiones propias de la adolescencia, la forma de narrar —tan pausada— y la inmensidad sobrecogedora de un río símbolo de la vida sin cuyas aguas —siempre iguales, siempre cambiantes, la necesaria dialéctica entre creación y destrucción— nada tendría sentido me recordaron a El río (Jean Renoir, 1951). Sorprende la atmósfera de cuento (todo empieza cuando Ellis y Neck descubren un bote atrapado en la copa de un árbol) que rodea a esta película, tan alejada de las tendencias del cine que suele verse en los festivales (Mud fue la última película proyectada en la sección oficial del pasado Festival de Cannes).



En un capítulo de Las preguntas de la vida, Savater reflexiona sobre ética y estética, sobre la posible existencia de un vínculo entre lo bueno y lo hermoso, un nexo que vaya más allá del hecho de que tanto lo bueno como lo bello comparten la tarea de lograr que, de alguna manera, haya más vida y menos muerte entre los mortales. Explicando el menosprecio de Platón y otros grandes filósofos por la belleza a la que aspiran los artistas (en la República, Platón afirma que si a su ciudad llegase  un poeta dramático sería acompañado con firmeza cortés a la frontera y devuelto sin más trámite a su casa”), Savater resalta el atractivo de los “malos” —pues de los “buenos” sabemos de antemano cómo deben ser—, de lo sorprendentes y transgresores que resultan, llevando a uno a preguntarse desde una perspectiva más bien clásica —cuando la idea de felicidad era estética y la noción de belleza era moral, nada que ver con el punto de vista actual; ahora no sorprende que algo “feo” sea considerado arte— si una cosa fea puede ser completamente buena, si una cosa buena debe ser por fuerza hermosa.

Enlaza toda esta disquisición con Mud, el personaje interpretado por el guaperas Matthew McConaughey, un asesino profundamente enamorado, sin duda el héroe que necesitan Neck (huérfano) y Ellis (con padres a punto de separarse) en este momento en el que se están empezando a dar cuenta del significado del honor, de la familia, de la amistad, del amor. Reconozco que Mud no me entusiasmó demasiado, salí de la sala pensando en los ratos en los que el ritmo pausado lo era en exceso. Ahora, han pasado ya varios días, creo que Nichols, sin ser minimalista ni grandilocuente, consigue hacer creíble e incluso admirable cualquier tipo de vida, algo casi imposible de lograr con una argumentación puramente teórica. Y entiendes entonces por qué Platón temía tanto a los artistas.


PETER REDWHITE, habitante del ático


"Hay dos maneras de difundir la luz... ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja."
Lin Yutang 

No hay comentarios :

Publicar un comentario