No me ha pasado lo mismo con ese vídeo viral que ha acaparado las portadas y los noticieros todos estos días. Ese vídeo donde vemos a una periodista sombreada en azul cielo, en un fondo de grises y negros, pulcra, aseada, bien comida y dormida dedicarse a dar patadas y zancadillas a diestro y siniestro —tan irreal que podría parecer una escena orwelliana—. Por mucho que he intentado ponerme en el lugar del otro no he podido. Desde qué sentimientos ancestrales surge esa reacción, qué emociones hacia el otro la explican, cómo de envenenados quizás estén sus circuitos neuronales o qué memorias de sus antepasados surgidas del subconsciente provocan esta reacción tan primaria. Esas son algunas de las preguntas que me sigo formulando.
El miedo a la pobreza, a la ausencia de un futuro, al HAMBRE en mayúsculas, guiaba a los personajes de El mundo sigue. Pero desde qué miedos surge esa otra reacción. Quiero creer que son actuaciones aisladas que responden a comportamientos patológicos, pero aun así buscar e intentar conformar un relato desde el otro, desde el apaleado, y al mismo tiempo neutralizar esos fantasmas procedentes de un mundo anterior aunque no demasiado lejano, podría ser una buena cosa. Porque encontrarnos con otra guerra de religiones en pleno siglo XXI sería no haber aprendido casi nada. Convivir con el otro, sentir sus propios miedos, sentirle cercano puede que fuera mejor castigo para ese tipo de desvaríos que las penas tradicionales. También les recomendaría ver películas como Mandarinas o visitar exposiciones como la muestra de fotografías de Josef Koudelka, que se exhibe en estos momentos en la fundación MAPFRE. En blanco y negro, pareciera que ahora para contar la realidad los colores solo distorsionan, sobre esas otras huidas, esos refugiados de otras épocas, esos miedos, siempre los mismos, esas imágenes de botas sin dueño, de invasiones, muros, objetos olvidados, miradas vacías. Esa diáspora hacia lo desconocido.
No hay comentarios :
Publicar un comentario