Las
entrañas de ciudades con pasado glorioso encierran mucha historia y múltiples
leyendas. Córdoba es una de ellas. Su subsuelo está lleno de vestigios, muchos
más aún de los que nos muestra en superficie. Cómo me gusta imaginarla desnuda
de asfalto y de cualquier obra actual o algo menos actual, paseando sin estorbo
por aquellos rincones escondidos que la evolución histórica ha soterrado. Los
obstáculos no podemos evitarlos, pero aun así el paseo podemos hacerlo real y
para ello te guío en un discontinuo transitar por la Córdoba oculta.
Al
llegar a la ciudad en autobús y en la misma estación, al tiempo que bajas al
aparcamiento para coger un coche de alquiler, reclamarán tu atención restos del
más moderno de los tres acueductos romanos que abastecían la ciudad y que se
ubican entre los coches cual gorrilla en pos de una moneda. Compartiendo
espacio emerge el muro de la quibla —con su mihrab— de una diminuta mezquita, con
sillares y un ara funeraria acarreados de edificios romanos.
Como
habrás llegado cansado de tu viaje, seguramente te apetezca tomar un buen
desayuno andaluz. La cafetería Roldán
de la Puerta Gallegos te da la oportunidad de hacerlo sobre restos de la
muralla romana occidental, que el suelo de metacrilato a duras penas nos
permite percibir. Podrás observar tu coche alquilado aparcado enfrente, al lado
de la Vía Augusta que llevaba a Sevilla y por la que hubo de andar Julio César,
con sus anchas losas de granito rosa; y fijarte en los mausoleos a ambos lados
de la misma, reviviendo al liberto que hizo construirlos junto a tan transitada
vía para vivir mientras permaneciera en la memoria, según la creencia romana.
En la
calle Concepción, traspasada la desaparecida Puerta Gallegos y siguiendo la
línea del decumanus maximus puedes
entrar en la tienda de Berskha a mirar algo de ropa. Si lo pides —y la
clientela no es numerosa— no suelen poner inconveniente para acompañarte al
sótano y ver una piscina romana testimonio de un complejo termal. Muy cerca,
siguiendo la misma acera, puedes invocar a la suerte o a la paciencia para que
algún vecino abra la puerta del número 9 y observar desde fuera restos de
pintura romana presentada en un cuadro que adorna la pared derecha.
Desde
allí, si necesitas algún trámite bancario, dirígete a la oficina de Cajasur
enfrente de El Corte Inglés, en cuya fachada norte un muro acristalado se
superpone a un vigoroso lienzo de la primigenia muralla romana. Cerca, en la
calle Morería, alguna exposición en el Colegio de Abogados te puede servir de
excusa para observar en el sótano restos de una robusta columna y de una
construcción hidráulica, vestigios del foro municipal. O pide permiso para
bajar a ver esos restos, sin necesidad de excusa.
Me
enteraré antes si existe alguna plaza pública para que puedas aparcar en la
cochera del número 13 de la Ronda de los Tejares o en el número 9 de la plaza
Colón, “tête a tête” con otro lienzo
de muralla romana. Porque como eres persona de buen gusto, habrás reservado
habitación en el cercano Hospes Palacio del Bailío, un hotel de lujo, pero es
que no te mereces menos. Después de descansar un poco y aunque todavía es algo
temprano para comer, el restaurante decorado con restos de pinturas murales del
siglo XVII, y con el suelo transparente suspendido sobre una preciosa casa
romana, invita a ello.
La
tarde también puede depararte experiencias del mismo tipo, empezando con una
sesión de spa en Gimnasio TopHealth, y
continuando con un cafelito en el hotel NH Amistad, embutidos en la muralla, a
ambos lados de la puerta de Almódovar. Y si no hubiera cerrado el gimnasio
Aquazul, una sesión de pilates entre restos de una calle romana no hubiera sido
tampoco mala opción.
Sí, no
es imaginación, así conviven los restos de esta ciudad con la vida moderna. Una
ciudad preciosa por arriba y desconocida y poco reconocida por abajo,
fundamentalmente romana —no en vano fue capital de la provincia Bética—. Se ha
conservado bastante pero se ha destruido mucho más. Y no solo los edificios
públicos están llenos de restos: me gustaría entrar en cada una de las casas
antiguas de Córdoba porque con seguridad muchas de ellas guardan un pequeño
tesoro.
Todo
esto hace que los promotores de la construcción agoten tilas y crucen los dedos
cada vez que inician una obra con la esperanza de no tener que pararla para
cambiar parcial o totalmente el proyecto. El año de mi llegada a Córdoba (las nacidas
ese año se han convertido en niñas bonitas), un compañero refería una noticia
del periódico en la que se decía que al iniciar los cimientos de una obra se
habían encontrado restos antiguos. Y nunca olvidaré un comentario espontáneo:
“¿Eso es noticia? Noticia es que comienzan una obra en Córdoba y no encuentran
restos arqueológicos”. Y me acordé del hombre que mordió al perro.
Mucho
peso tiene en Córdoba la protagonista principal de sus monumentos, la Mezquita
(o Mezquita-Catedral, Catedral, o Catedral-antigua mezquita, que cada uno elija
el monumento que quiere visitar, que yo no alimento polémicas), que eclipsa a
sus muchos actores secundarios, unidos por un callejero que es un monumento por
sí mismo. Esto me hace compartir la reflexión de uno de los arqueólogos
responsables del premiado grupo de investigación Sísifo, con los que tuve el
honor de conversar en una “noche de los
investigadores”. Este laureado grupo, con el proyecto de difusión Arqueología somos todos nos han
permitido a muchos conocer los rincones que os he mencionado y otros más. Y la
reflexión a la que me refiero es ni más ni menos que “a Córdoba le sobra la Mezquita”.
Ni él ni yo —que en mis aproximadamente cincuenta veces que puedo haberla visitado
no me ha gustado ninguna vez menos que la primera y fue mucho— somos sospechosos de rechazo hacia este maravilloso
monumento. ¡Pero qué engañados se van de haber conocido Córdoba aquellos que
simplemente han visto la Mezquita y han paseado un poco por la judería!
Córdoba
tiene mucho más de lo que os muestro aquí y de lo que aparece en las guías. Lo
mismo cualquier día os doy otro paseo. ¡Ah!, y si a alguno le da por enamorarse
en esta visita y quiere casarse por lo civil, también tendrá su sorpresa.
Animaos... a visitarla, a enamorarse o a casarse, que cada uno se acoja a lo
que le convenga.
ANGEL SÁNCHEZ
Imagen de cabecera: M. Angeles Salguero
ANGEL SÁNCHEZ
Imagen de cabecera: M. Angeles Salguero
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