Entregada a mi tarea de apuntar en mi
moleskine la mayor cantidad de datos y fechas, por eso de luchar contra el
síndrome korsakoff, he creído, por un instante, hallarme ante una nueva
realidad. Fue al revivir dos hechos acaecidos en un corto espacio de tiempo,
con diferentes protagonistas y en distintos contextos. Unas jornadas
organizadas en el marco del World Economic
Fórum y un paseo por los mercadillos navideños me han generado la ilusión,
acaso equivocada, que una ya no sabe, sobre si no estaremos siendo testigos de
un cambio de paradigma, silencioso pero vital.
Medio obligada por las presiones navideñas
me dejé caer el otro día por uno de esos nuevos mercadillos artesanales que
surgen por estas fechas. Mientras paseaba entre sus puestos, me invadió un runrún raro que no supe cómo identificar.
Hasta que lo visualicé: lo que me causaba ese desasosiego era la edad,
preparación y afabilidad de los creadores. Detrás de sus pequeños puestos,
todos, todos, te entregaban una tarjeta con un
link a su página web. Eso, y un saber hacer y un volcarse en explicarte
su trabajo, un orgullo interno que delataba que detrás había algo diferente,
distinto, nuevo.
El otro instante surgió al asistir
vía streaming a una conferencia de
emprendedores de Shape
Europe. Ahora, cuando parece que lo único que se les ocurre son nuevas
bajadas salariales y mayor flexibilidad laboral —nuestro nuevo becerro de oro—.
De repente, una conferencia organizada y celebrada hace unos días en Madrid, en
un entorno que suele dar cobijo a eventos de pensamiento más académico, reunió
a un montón de jóvenes líderes de entre veinte y treinta años (edad máxima para
participar) para discutir y avanzar en nuevos enfoques sobre cómo enfrentar
estos desafíos de una manera diferente.
Ahí les tenías, en vaqueros, con sombrero
tejano, con corbata o sin ella, expresándose fluidamente en inglés, moviéndose
por el escenario de aquí para allá, sin atriles, en todo caso un ordenador con la
presentación pero en el suelo, otros ni siquiera necesitaban de esa apoyatura.
Procedían de los países más diversos, pero todos coincidían en una cosa, tenían
algo en común, su pertenencia a la generación digital. No solo les unía
entenderse en el mismo idioma, ni su edad, lo que verdaderamente les asociaba,
les convocaba, era la utilización de un mismo lenguaje tecnológico y puede que
algo más…
Hasta en su forma de tomar notas,
marcaban un punto y aparte. Se iba escribiendo en una gran pizarra blanca en el
centro de la sala, sin orden aparente, mezclando ideas con dibujos, mensajes
con metodología y relacionándolo todo mediante flechas, círculos. Hasta en eso,
en esa forma de expresarse, que por cierto nada tenía que ver con las nuevas
herramientas tecnológicas, me resultaron
distintos y algo me sugirió, en lo que a plasticidad y al complejo
entramado de sus apuntes se refiere, a las rutas de archivo de nuestro cerebro
Y eran de la misma
generación a la que pertenecían muchos de los creadores de los mercadillos, el
mismo lenguaje, parecido look, el mismo orgullo por el trabajo bien hecho, que
te llevaba a pensar que alguno de ellos podría haber participado tranquilamente
en ese foro — ¿Quién nos dice que no lo han hecho?
Lo que allí se dijo,
desde el otro lado de los centros de poder, me ha llevado a reflexionar sobre
el aquí y el cómo. Me pareció muy lúcido su análisis del actual modelo
educativo occidental, su puesta en cuestión de las titulaciones tradicionales,
de la forma de impartir la educación, de las herramientas utilizadas, de los
caducos itinerarios, de los procesos de selección en las empresas…, nada de
ello, parecen creer, les va a ser de utilidad en ese nuevo futuro.
Coincidían muchos en su discrepancia con los actuales modos
de trabajo. Ese mundo, este mundo, que les hemos construido y diseñado,
cimentado en actitudes y valores que ya no parecen servirles, basado en la
verticalidad, en estructuras rígidas, en utilizar mandos intermedios, bien
pagados, capataces de los nuevos señores de la guerra. Puede que no lo
expresaran así, ni siquiera, a lo mejor, fueran muy conscientes de ello. Lo que
sí parecían tener claro era que las actuales estructuras empresariales e
institucionales no les valoran, no les reconocen y no les ofrecen en muchos
casos oportunidades para desarrollar sus conocimientos, su visión y una vida adecuada.
Lo que muchos planteaban,
y es algo que he creído percibir no solo en ese foro sino en otros
espacios, es el desarrollo de modelos alternativos de negocio basados en la
colaboración y no en la competición a ultranza; en la utilización de las redes
sociales como medio de cooperación. El desplazarse desde la óptica basada en el
poseer por el compartir, compartir conocimientos, compartir espacios, compartir
visiones, compartir actitudes. Apuestan por la motivación y parecen convencidos
que cada uno tiene un don que debe desarrollar. Lo importante, se subrayaba, es
descubrirlo y potenciarlo. En el fondo se traslucía era una nueva forma de
entender y configurar el mundo.
Aunque muchos actúen empujados por la ausencia de otro tipo
de oportunidades, no me dio la impresión —puede que me equivoque—, que vaya a ser algo coyuntural y que solo se
esté dando en este país. Al contrario, creo que es una ola que alcanza a
jóvenes de todo el mundo. Muchos lo ven como medio de vida, otros para generar
nuevos conocimientos o ampliar espacios, algunos buscan inversores, otros
prefieren buscar partenaires que tengan su misma visión.
Es interesante cómo algunas estructuras corporativas
tradicionales apoyan estas nuevas actitudes. Quizás sea porque también ellos
intuyen que el actual modelo está caduco o puede que porque piensan mudar y
externalizarse, en esos servicios nuevos. Sea por una u otra razón lo que puede
adivinarse de esta nueva hoja de ruta es que los oficios intermedios, los
capataces, los no generadores de conocimiento, los que no creen valor añadido,
deberán empezar a reciclarse sino lo van a tener muy difícil en este nuevo mundo.
En cualquier caso, desde lo que se visionan a través de
empresas de base tecnológica o mediante
el buen hacer de un trabajo artesanal, me ilusiona pensar que cada vez sean
más los que apuesten por externalizarse,
escapar, salir, crear/crearse otras estructuras. Recrear en fin una nueva forma de vida con
espacios que interactúan, sin las tradicionales barreras entre vida y trabajo.
La utilización de la web les ayuda, eso está claro, pero la falta de
expectativas y de visión de las élites podría está facilitándolo, eso también.
Nunca se sabe si para mejor. Habrá que irles siguiendo. Lo acabo de apuntar,
apuntalar, en mi moleskine, por si se me borra…
HETERODOXA
...Me desperté y vi la
luz del amanecer en las mirillas de la persiana. Salía de tan adentro de la
noche que tuve como un vómito de mí mismo, el espanto de asomar a un nuevo día
con su misma presentación, su indiferencia mecánica de cada vez: Conciencia,
sensación de luz, abrir los ojos, persiana, el alba.
JULIO CORTÁZAR
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