HABITANTES DEL ÁTICO

MAR REDONDO 

Alta y delgada como mi padre, conversadora como mi madre; luchadora como ellos dos. Flechada por el arte, la naturaleza, la literatura. Adicta a lo creado, a lo por crear y a lo por recrear. Saltadora de cimas, embrujada de los vacíos, yonqui de lo nuevo. Tía orgullosa de su sobrina. Mi licenciatura en Historia del Arte, el salvoconducto con el que durante años he transitado por territorios artísticos, docentes y administrativos, pintorescos y antiestéticos, amables y descorteses. Agradecida finalista de premios literarios. Autora del próximo pelotazo mundial en libros de relatos. Piloto de esta nave junto a una tripulación de amigos valientes, generosos y por encima de todo muy queridos.

JUAN M. QUEREJETA
Desde bien pequeño se manifestó en mí la afición a juntar letras. Al principio juntaba las de la sopa, jugando a reproducir las palabras que aprendía en el colegio y que hacían milagrosamente visibles las cosas; que daban cuerpo a las ideas:  M-A-N-O    C-A-B-A-L-L-O  P-E-L-O-T-A. Luego, las palabras leídas comenzaron a darle sentido a los dibujos del TBO y me afané en hacer hablar a mis propios monigotes. Durante un tiempo, con la llegada de la miopía, eran las propias letras las que, insurrectas y difusas, se apelotonaban en mi contra, pero una vez solucionado el problema con mis primeras gafas, seguí erre que erre, o uve que uve hasta que, de pronto, le encontré el gusto a ir un poco más allá y jugar con las palabras, con las frases… Cuando conseguí todo un párrafo, me dije: «¡Estoy escribiendo una historia!», y desde entonces paso las horas creando personajes y borrándome yo. Parece que ése es el precio. Tan a gusto.

HETERODOXA

Residente en el planeta tierra. Transeúnte de puertas giratorias por torres de Babel. Lectora empedernida y desperdigada. Trabajadora en redes de conocimiento. Escritora por afición, obcecada  en entender mas allá de lo políticamente permisible. Busca observar y relatar la realidad aplicando un visor a todo aquello que se oculta, se esconde, nos ocultan, nos esconden...

PETER REDWHITE

Nací en Moguer, donde J. Ramón Jiménez, pero me viene a Madrid a estudiar Telecomunicaciones. Los relatos de mi primer libro, Cortos americanos, los comencé a escribir entre ecuaciones y circuitos un día que viajaba en tren hacia Huelva. Aquel primer cuento me situó en un lugar y en una forma de escribir en los que me sentí bien. Seguí escribiendo. El libro recoge treinta y nueve de estas narraciones, otras las dejé en el cajón. Todo lo que pueda decir de por qué son cortos y americanos serían justificaciones a posteriori, pero qué duda cabe que mis gustos literarios, musicales y cinematográficos han influido inconscientemente en todos ellos. Ahora, mientras intento acabar el proyecto de fin de carrera, vuelvo una y otra vez a una novela que tengo empezada, escribo en mi blog, asisto a una tertulia literaria, juego todos los partidos de fútbol que puedo... Red y White son los colores de la palangana sevillista, no los del Atleti, como ha creído algún malpensado.

ÁNGEL SÁNCHEZ

Abulense de nacimiento y de sentimiento, madrileño de habitación y andaluz de medio corazón. Entretengo a mis alumnos contando historias e Historia y escribo cosas en tardía vocación. Algunos resultados de esta vocación tardía son las novelas El último señor y A la sombra de una oliva, ambas históricas, ambientadas en el señorío de Aguilar de la Frontera a finales de la Edad Media, y en La Carolina y las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena durante el siglo XVIII, respectivamente; así como el libro Costumbres y habla del Aravalle, en coautoría, sobre tradiciones y usos lingüísticos en mi comarca natal.