Muchos guardamos como
tesoros de tinta sobre papel, las dedicatorias que un día garabatearon para
nosotros en alguno de sus libros nuestros autores admirados o favoritos. Esos
autógrafos no solo son el testimonio de que una vez estuvimos muy cerca de ellos
y que eran de carne y hueso, sino que de algún modo refuerzan más aún nuestra
relación emocional con el autor pero, sobre todo, con el libro; incluso si el
que llevábamos bajo el brazo en ese momento, casualmente no era el que más nos
gusta del autor. Con su firma, el libro automáticamente se revaloriza a
nuestros ojos y pasa a engrosar nuestra lista de libros especiales.
En mi caso, encabeza
esa lista Tierras de cristal, de
Alessandro Baricco. Tal vez no era mi preferida entre sus obras —hubiera
querido tener en ese momento Novecento,
la leyenda del pianista en el océano o Seda—
pero era la que llevaba conmigo un día del mes de julio de hace ya varios años,
al término del curso que él impartía en la Universidad
Menéndez Pelayo. Baricco nos había seducido a todos y todas con
su acento italiano y sus manos pequeñas —y también sus ojos azules, tengo que
decirlo—, con sus artes de musicólogo, con su habilidad para enseñar el oficio
de escribir a partir de la filosofía de Benjamin, la Sexta de Beethoven y, lo más
sorprendente de todo, los movimientos en la pista de tenis de McEnroe. Cuando
me preguntó mi nombre para dedicarme el libro, le resultó curiosa la combinación de mi nombre de pila con mi
apellido, algo en lo que yo nunca había reparado: “¡Humm, mar redondo”, dijo, y
lo repitió varias veces como intentando visualizar y dar vida a la imagen de un
posible e inexplorado mar redondo. Aunque su dedicatoria fue de lo más escueta,
por supuesto no solo guardo Tierras de
Cristal como si se tratase de una herencia milenaria, sino también el mar
redondo que Baricco creó para mí y que desde entonces encierra algo más que mi
nombre.
Al igual que yo, estoy
segura de que vosotros guardáis también dedicatorias especiales o autografiadas
por escritores especiales. Nos gustaría que si os apetece las trajérais hasta
nuestro ático y las compartiéseis con nosotros, conocer su historia. Podéis escanearlas o
simplemente teclearlas y enviárnoslas a elaticorevista@gmail.com.
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