En La isla mínima (Alberto Rodríguez, 2014), todo sucede en 1980, a pocos kilómetros de Sevilla.
La vi hace unos días y aún me siento incómodo al recordar aquel paseo por las
marismas del Guadalquivir: allí, en la butaca de un cine, intentando ayudar a
la pareja de policías interpretada por Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez (Concha
de Plata en el último Festival de San Sebastián) a aclarar la desaparición de
dos chicas.
Como en esas ocasiones de la vida en
las que pasamos página sin haber cerrado del todo el episodio anterior, en La isla mínima hay detalles del presente
que nos advierten de que el tiempo que viene no dista tanto del que creemos
haber dejado atrás. De la misma manera que esos cuadros que, a primera vista, parecen
inacabados pero en los que te acabas por dar cuenta de que hay más verdad que
en otros en los que la realidad se representa como la percibimos a diario, los
personajes de la película de Alberto Rodríguez permanecen misteriosos,
ambiguos: sus caminos, opuestos, acaban por converger más a menudo de lo que les
gustaría.
Las niñas han sido asesinadas,
violadas y torturadas, los cuerpos no tardan en aparecer. Lo que se cuenta interesa
y espanta, pero quizá lo que haga distinto a este thriller sea la fotografía —los
títulos de crédito ya nos muestran desde arriba un mundo que creemos conocer
pero del que no sabemos nada—, imágenes capaces de emancipar la historia de lo
concreto, aunque a simple vista la trama parece indisoluble de las
peculiaridades de este paisaje, de los infiernos íntimos de los dos policías,
de esos años de la Historia
de España.
La película consigue asfixiar
durante algo más de hora y media, creo que sin importar si la circunstancia del
espectador tiene o no algo que ver con el lugar y el tiempo de La isla mínima. Es como si Alberto
Rodríguez nos quisiese dejar claro que las cosas a las que dedicamos tanto
esfuerzo acaban por dar igual al cabo del tiempo: nuestras contradicciones y nuestros
fantasmas son muy parecidos a los de unos personajes que, condicionados por lo
opresivo del entorno, actúan de una manera que nos aterra.
PETER REDWHITE
No hay comentarios :
Publicar un comentario