3/9/14

THINK, SMELL, TOUCH, FEEL, por Heterodoxa

                        

La canícula veraniega llena mi moleskine de notas fugaces, comentarios al dorso, reseñas evanescentes, artículos por releer…, más o menos como creo nos pasa a casi todos, inmerso el cerebro en esa misma fugacidad que acompaña a los días de estío. La lista de mi moleskine vuelve llena de todas esas cosas que debería, tendría que haber hecho, pero que no he tenido tiempo. Tiempo o ganas, no sé.
Entre los artículos efímeros que he ido moviendo de una tumbona a otra, hay dos que no me resisto a comentar. Uno informaba de la celebración de una convención que tiene lugar todos los años: Feria Virtuoso. ¡¡¡FERIA  VIRTUOSO!!! Así se llama, no sé si deriva de virtud o de virtuosismo, aunque supongo que ambas palabras tienen la misma génesis —tengo que buscarlo, apunto  en mi moleskine—. Por lo visto, esa feria reúne a lo más granado del turismo de lujo, una especie de meetmaching  entre compradores (agencias de viaje) y proveedores del “lujo”. La cita tiene lugar, por si hay alguna duda sobre el tipo de lujo a que se refiere, en un hotel de las Vegas y el evento al parecer consiste en múltiples citas por un breve periodo de tiempo, donde los posibles compradores escuchan lo que el proveedor del lujo les ofrece. La foto que acompaña la reseña habla por sí sola. Imaginaos una gran sala, sin ningún tipo de separación, algo así como un salón para bodas monumental, con arañas imitando cristal de bohemia que cuelgan de aquí y allá, poblada de mesas, pegadas unas a otras, que si entrecierras los ojos recuerdan las celdillas de una colmena, y el suelo, ¡oh, el suelo!, una moqueta entre mostaza y marrón con arabescos que buscan imitar dibujos persas pero más parecen caleidoscopios de pesadilla; una de esas moquetas que con solo mirarla uno puede sentir los campos de electricidad que genera y las colonias de bichos que seguro la pueblan. 
Y ante ese escenario me dio por preguntarme sobre el perfil de los compradores. De los proveedores me preocupé menos, imagino que cualquiera, sea país desarrollado o emergente, empresa privada o institución, querrá entrar a formar parte de esa categoría, otra cosa es lo que a lo mejor tengan que hacer para poder entrar en ese exclusivo club. Si uno decide buscar un viaje de lujo, pongo por caso, de verdad se dejaría aconsejar por alguien que se siente cómodo en ese escenario. Aunque me da la impresión que estos “compradores” decidir, decidir, deciden más bien poco, que todo está pre-configurado. Claro, que si a mí me preguntaran qué considero un viaje de lujo no me inclinaría por grandes cruceros rodeada de gente sin espacio para escuchar las voces de otras culturas, ni hoteles que situados en “paraísos” lejanos te encierran en una burbuja de comodidades, por eso de sentirte como en casa, donde uno encuentra todo lo necesario, hasta exclusivas ofertas de artesanía de la zona, y que con un poco de suerte a lo mejor vuelves sin ni siquiera haber entrado en contacto con los pueblos de alrededor. Más bien me quedaría con la otra acepción de lujo, “…cosa muy buena o extraordinaria”.
Está claro que ese mundo exclusivo tiene sus adeptos, no hay más que ver las cifras, mueve unos 25.000 millones de euros. Y es que el reclamo de estos tiempos parece regirse por las etiquetas de exclusividad, exclusividad que da el dinero. Ese parece ser el criterio. Aunque no me engaño, el verdadero lujo seguro que lo disfrutan los que mueven los hilos, esos que compran islas remotas solo para ellos. Eso se anuncia poco, claro, no facilitaría el movimiento de transacciones.
Al hilo de esta noticia, hubo otra que atrajo mi atención. Por lo visto se ha puesto de moda un negocio dirigido a aquellos, aquellas, que pertenecen a estratos socioeconómicos con muchos medios y poco tiempo, y que dejan en manos de una especie de headhunters del plano sentimental, matchmakers les llaman, la búsqueda de su pareja. Vamos, un mix entre nuestras antiguas celestinas y las organizadoras de matrimonios de las sociedades indias y chinas. Dicen que la búsqueda de esos headhunters no está basada en bases de datos ni en algoritmos específicos, pero no dicen cómo lo hacen. ¿Puesta en valor de networks especiales? Quizás. Otro tipo de exclusividad. De repente me dio por visualizar, la imaginación me pierde, una escuela de señoritas/señoritos del siglo XXI enfocada a responder a las futuras demandas de los grandes líderes empresariales y decisores de opinión, pero que a su vez recibieran formación en otro tipo de habilidades no buscadas, más de tipo topo, para entendernos, de quién. ¡Aah, aah!  Ya sé, ya sé, pero un poco de ciencia ficción de vez en cuando tampoco viene mal… y casi, casi, que yo de tener esa necesidad me quedaría con las casamenteras de toda la vida, por si acaso.   
Unos y otros al parecer prefieren delegar en terceros la búsqueda de su felicidad, de su ocio, de sus placeres. Como si en la confirmación del otro, en su plácet, en su valoración, encontraran aquello que les reafirma que les permite pertenecer a un cierto estrato, como si en esa pertenencia encontraran su razón de ser y estar. Quizás a ellos habría que recomendarles la visita a la exposición de Richard Hamilton, no solo por su análisis esclarecedor sobre el poder de la cultura de masas, sino por su papel de precursor, de generador de tendencias y esa habilidad para la reflexión crítica entre el juego, el guiño y la ironía. En particular un pequeño cuadro se me ha quedado agazapado entre los pliegues de la memoria, es un collage de una cara con las etiquetas think, smell, touch, feel… Quizás es eso lo que habría que recordar, que en eso consiste el viaje, el encuentro, la búsqueda, la vida: en el pensar, oler, sentir, tocar…


P. D.: 
  • Cuando ya había escrito el texto, fui a ver la película Viajo sola y hay una escena en un spa de un hotel de lujo, con un dialogo muy interesante, que os recomiendo, viene mucho al caso. Ya se sabe, como alguien dijo, no hay casualidades sino causalidades. 
  • Todas las fotos que acompañan al texto, excepto la que lo encabeza, son de Richard Hamilton.

HETERODOXA


...Me desperté y vi la luz del amanecer en las mirillas de la persiana. Salía de tan adentro de la noche que tuve como un vómito de mí mismo, el espanto de asomar a un nuevo día con su misma presentación, su indiferencia mecánica de cada vez: Conciencia, sensación de luz, abrir los ojos, persiana, el alba.
JULIO CORTÁZAR

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