Ni al sol ni a la planta de la frambuesa ni a tu espalda le importan
que tengas una carrera, tampoco que estés a punto de terminar otro máster. Es
mayo. Hace calor en Moguer a la hora del café, que ahora es con hielo y un poco
de Baileys. Uno de mis amigos apenas ha tenido tiempo de pasarse por su casa: tenía
que volver a salir para coger sitio en la biblioteca. Las plantas siguen
arañándole los brazos quemados por el sol; en sus relatos aparecen mujeres que se pelean por una frambuesa, hombres encargados de vigilar que
nadie se relaje ni un instante. En mi cabeza estas historias se empiezan a mezclar
con los versos de la canción de Springsteen que venía escuchando por la calle, The
Ghost Of Tom Joad, ésa inspirada en la novela de Steinbeck Las uvas de
la ira.
Al llegar a casa echo un vistazo a la propaganda de las próximas elecciones
al parlamento de una Europa que cada vez deja más espacio a los partidos
nacionalistas y a la ultraderecha. En la tele, de fondo, los brasileños —quién
lo iba a decir— se siguen manifestando contra los despilfarros asociados al
Mundial de fútbol que comienza en unos días. Mientras tanto, aquí muchos
seguimos a lo nuestro como si no pasara nada. Y entonces me acuerdo de la
filosofía de la sospecha, de cuando en bachillerato intentaban hacernos
entender que bajo la superestructura en la que, con menor o mayor fortuna, nos
movemos descansan unos intereses económicos que en realidad constituyen el verdadero
motor de la Historia.
A pesar de todo, seguimos confiando en la minoría adinerada que ha
quitado a tantos su futuro, su trabajo y sus casas; no caemos en la cuenta de
que debe ser la propia ciudadanía la que nos haga recuperar la ilusión, la que
detenga esta vuelta a épocas que parecían superadas. De momento, voy a votar en
las Elecciones Europeas: tengo la esperanza de que la letra de The Ghost Of
Tom Joad me vuelva a llevar a los años treinta, de que llegue un momento en
que no sea necesario que nadie haga a su madre una promesa parecida a la de Tom
Joad: “dondequiera que haya alguien peleando por un lugar en el que estar o
un trabajo decente o una mano amiga; dondequiera que haya alguien luchando por
ser libre, mira en sus ojos, Mamá, y me verás a mí”.
PETER REDWHITE
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