23/4/14

EFECTOS COLATERALES, por Heterodoxa

      



         Unos amigos me contaban el otro día que andan algo preocupados por la transformación que han sufrido sus hijos. «Todo, efecto del  informe PISA», me decían entre sorbo y sorbo de cerveza. Como son muy de ciencias, se habían dedicado a estudiar los diferentes supuestos del examen, decididos, me confesaron, a lograr que sus hijos resolvieran con éxito los problemas cotidianos. «No iban a ser menos que los chicos de Singapur», exclamaban algo alterados, mientras sacudían sus manos como aspas de molino. En ese país, por lo visto, preparan a los estudiantes durante todo el curso para que pasen con éxito las pruebas.

          Lo de poner en funcionamiento robots domésticos lo desecharon por irreal, no estaban los tiempos para dispendios de ese calibre. Tampoco vieron muy factible eso de que conocieran las múltiples posibilidades y tarifas que existen para viajar en transporte público. Bastante tienen, me comentaban, con que sus hijos hagan un buen uso del bono y, de vez en cuando, vayan caminando, así aprenden la  práctica del ahorro, hacen ejercicio y no gastan en  gimnasio.

        De los mandos del aire acondicionado y la calefacción, ne pas parler, solo faltaba que después del tiempo que habían empleado en aquilatar al máximo las horas de encendido y apagado, con el fin de intentar mantener a raya el recibo de la luz, vinieran los señores del norte a desbaratarles la economía doméstica; después de horas y horas dedicados a que sus hijos entendieran la necesidad de que esos mandos ni se tocaban. «¡No y no!», exclamaban  encendidos, ¡¡¡y los brazos se disparaban en giros de turbina!!! 

        Algo tenían que hacer, tampoco podían dejar que sus hijos aparecieran como los más tontos de Europa. Y lo de las nuevas tarifas de la luz les animó. Con el fin de que sus hijos se familiarizaran con los costes, decidieron establecer un turno horario; cada día uno de ellos consultaría la página web, que es por lo visto donde aparece el coste hora/día más económico.  Después ese dato lo tendrían que contrastar a lo largo de un mes —cada día ese coste difiere—, para ver las variaciones de un día para otro y luego hacer el cálculo de las horas más adecuadas para poner en marcha los electrodomésticos. Esa iba a ser su nueva tarea.


      Dicho y hecho. El marido ideó una aplicación que permitía ir introduciendo los datos de forma parecida a las pantallas de los ejercicios del informe PISA y, una vez incorporados, la aplicación les preguntaba no solo las horas óptimas, sino los ahorros que se podían conseguir. Al principio la cosa, me contaron mis amigos, no fue muy bien. Los chicos con tal de no tener que consultar todos los días hicieron toda clase de trampas a la herramienta informática. Pero eso, desde el punto de vista de familiarizarse con las tecnologías, tampoco estuvo tan mal, aunque los señores del norte, y se reía mi amiga, seguro que no lo valorarían en su justa medida.

       En todo caso, ahora sus hijos la manejan con mucha soltura y hasta les negocian salir a cenar pizza, algún sábado, con los ahorros que están consiguiendo. En estos momentos, me contaron, ya han desarrollado otro ejercicio que permite aprovechar su increíble manejo de la web y así encontrar las mejores ofertas de segunda mano en móviles y portátiles. Estaban  convencidos de que con este tipo de ejercicios, más cercanos a su nueva realidad, sus hijos no solo iban a sacar buena nota en las próximas evaluaciones PISA, sino que iban a entender que la resolución de estos problemas les puede reportar algún tipo de beneficio en su vida diaria. Por lo visto lo del beneficio lo han aprendido demasiado rápido. 
      
  El otro sábado mientras cenaban una pizza barbacoa se les ocurrió a mis amigos comentar  que podían pasar los test a los colegios, a ver si así se conseguía aumentar la nota media. Ahí es nada. Fue comentarlo y sus hijos, los tres, «pero los tres», me subrayaban, saltaron al unísono que ni hablar, que gratis nada, que había que venderlos o si no mejor subastarlos entre los colegios al mejor postor. Por eso se encuentran ahora algo preocupados: «efectos colaterales, efectos colaterales», repetían, quejumbrosos, entre sorbo y sorbo de cerveza. 


          HETERODOXA


...Me desperté y vi la luz del amanecer en las mirillas de la persiana. Salía de tan adentro de la noche que tuve como un vómito de mí mismo, el espanto de asomar a un nuevo día con su misma presentación, su indiferencia mecánica de cada vez: Conciencia, sensación de luz, abrir los ojos, persiana, el alba.
JULIO CORTÁZAR
    

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