Día sí y día no la prensa salmón se
empeña en inundarnos con artículos sobre robots. Google nos avanza su interés
por el desarrollo de una nueva generación de coches que no necesiten de
conductor. Amazon, muestra pequeños objetos voladores, algo así como un hibrido
entre mosca gigante y helicóptero-dron, que se encargarían de entregar pedidos
de libros y otros objetos —es más, en un video se veía a la “cosa” sobrevolar a
muy baja altura las calles de una zona residencial para depositar su mercancía
en el jardín de un chalet.
De repente, me dio por imaginar a esos artefactos sobrevolando nuestras cabezas, invadiendo las calzadas, chirriando, shhhh, shhhh, con un aletear de aspas, parecido al crujir de cigarras o cegándonos con sus luces, empeñados en encontrar su camino entre la jungla humana. Ahora ya no solo deberemos esquivar adoquines en mal estado, boquetes en la calle, objetos en las aceras…, sino que tendremos que aprender a quitarnos de en medio esos ingenios. Habrá que estar atentos a que no se nos eche encima un himenóptero mecánico que se te incruste en el sombrero o utilice nuestra espalda como pista de aterrizaje —lo primero será apuntarme a un curso de tai- chi, decidí, para que los nuevos tiempos me encuentren más flexible y ágil en esto del regate robotiano.
Pero más allá de esos ingenios movibles, existe toda una industria trabajando en diseñar y crear toda una nueva generación de productos y servicios basados en TIC, inteligencia artificial y desarrollo de sistemas expertos. Productos que no solo irán sustituyendo trabajos pesados y repetitivos, no nos engañemos, sino que competirán en muchos casos por tareas que en la actualidad solo puede realizar personal cualificado. Áreas como la sanidad, el cuidado a la dependencia, diagnóstico, atención a la discapacidad, seguridad, comercio o control del tráfico aéreo y terrestre, entre otras, pueden verse afectadas por este fenómeno.
Bien es verdad, intenté convencerme,
que a lo largo de los siglos se ha ido sustituyendo mano de obra por máquinas y
esto no ha impedido que se crearan nuevos trabajos y nuevas profesiones. No es
menos cierto, se podría argumentar, que el diseño, fabricación, evaluación y
mantenimiento de estos robots supondrá la creación de nuevos puestos de
trabajo.
Sin embargo, algo, no sé, no sé, se me ha
quedado así como enredado entre los lóbulos frontales. Si, al final, en un
futuro al parecer no muy lejano, muchas de las actuales tareas se van a
encomendar a autómatas, esto se traduciría no solo en ganancias empresariales,
sino en la eliminación del mercado de aquellos competidores obsoletos que sigan
utilizando mano de obra humana, personas. Personas que necesitan descansar,
alimentarse, gastar en alojamiento…
Los robots no se quejan, no comen,
no se cansan, no reivindican vacaciones. Bueno, tampoco consumen ni se
reproducen, pero eso, así, al pronto, en términos de balance, es pecata minuta —y
además, excepto en mantenimiento, una vez adquiridos no tienen ningún otro
gasto. Esto, llevado al límite, empresas sin trabajadores, produciendo no se
sabe qué, para no se sabe quién, aunque pueda parecer ciencia ficción se acerca
peligrosamente a nuestro universo cercano. Un exceso de mano de obra para una
escasez cada vez mayor de puestos de trabajo.
Quizás llegará un día, como sugirió
un científico en los años setenta, en el que las empresas deberán tributar por
sus robots como si de un trabajador más se tratara, tanto en impuestos como en
cotizaciones. Quizás habrá que empezar a computar y repercutir lo que esas
ganancias de productividad puedan suponer en términos de disminución del horario
laboral. Quizás, además de realizar investigaciones y estudios, imprescindibles
de todo punto, que analicen de dónde surgirán las nuevas profesiones y qué
cambios se necesita acometer en el sistema productivo y formativo para
acompasarse a ellos; quizás, se me ocurre, habrá asimismo que plantear otros
estudios económicos con visión holística. Estudios enfocados a proyectar los
efectos de los cambios en los próximos quince o veinte años, donde se visione,
entre otras cosas, lo que los robots puedan hacer para facilitar el reparto del
trabajo con salarios dignos; si no,
quizás los trabajadores, en un mix entre Noveccento
y Blade Runner, a lo mejor comiencen
su propia diáspora particular.
También, no hay mal que por bien no
venga, puede que algún día veamos robots sustituyendo a determinados gestores y
directivos. Eso sí, programados para que cumplan las tres leyes de la robótica
de Asimov. Fundamentalmente, la primera: “Un robot no puede hacer daño a un ser
humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño”. Esto, bien
gestionado, hubiera impedido en su momento muchas de las consecuencias de la
actual deriva.
HETERODOXA
¡Ah! El eterno dilema que plantean cada descubrimiento científico o cada invención tecnológica, magistralmente plasmado por Kubrick en "2001: Una odisea del espacio" en esa maravillosa escena del primate y el hueso. Parecemos permanentemente condenados a tener que elegir entre quedarnos estancados o dar el salto ¿al vacío? ¡Qué emocionante es la vida!
ResponderEliminarLuca