3/6/15

COMO LOS GRANDES ESCRITORES EN SUS NOVELAS, por Peter Redwhite


Hace tiempo, intentando dar un poco de sostén teórico a la novela que estoy escribiendo, eché una ojeada a un libro de Teoría de la literatura. Hablo de tiempo porque ayer, en el metro, los retorcidos crucigramas de El País me hicieron pensar en qué sentido tiene acortar las esperas, en el afán de detener el tiempo en ciertos momentos y acelerarlo en esas otras ocasiones.
Los teóricos están convencidos de que el tiempo narrativo no es el de la naturaleza, ni el de los filósofos; tampoco cualquiera de los otros que pueden estar representados en él. Es interesante esto de los tipos de tiempo. A grandes rasgos, distinguen entre el de los astros, el tiempo de los relojes y calendarios (viene a ser el anterior domesticado) y el tiempo psicológico: el que, como diría San Agustín, gobierna el alma.
Pero no hace falta ser San Agustín para darse cuenta de que la duración no es sentida de igual manera por todos, ni siquiera por nosotros mismos (por ahí andan siempre el estado de ánimo y la huella que los hechos dejan grabada en la conciencia). Recuerdo ahora el tiempo de los exámenes de la carrera: hasta tres horas de tensión y concentración máxima que se iban en un suspiro y que me dejaban agotado; es difícil negar la manera en que la persona con la que compartimos una actividad cualquiera influye en nuestra percepción de duración. En literatura, como en la vida, el tiempo se expande, se concentra, adquiere espesor, se diluye… Si se piensa, tiene sentido que el que cada individuo viva y organice su tiempo a su manera haga posible la existencia de los textos narrativos.
Toda esta disquisición acerca de cómo el tiempo no puede considerarse al margen de las cosas a las que afecta viene a cuento de los pasatiempos. Ayer, al comprobar la manera en que los minutos de espera se contrajeron de manera apreciable gracias al crucigrama blanco, pensé en que si recurrimos, como tantas novelas, al viaje como metáfora de la propia vida (si tenemos en cuenta que nuestro destino final lo fija el tiempo de la naturaleza y si aceptamos que el tiempo interior es el auténtico tiempo en lo que se refiere a vivencias), cada vez que realizamos una actividad que nos gusta, que vivimos un momento de los que desearíamos sostener con fuerza, equivale a pisar el acelerador, a hacer más corto el único trayecto del que disponemos.


Pero en la vida se dan montones de estas paradojas y, en este caso, aunque llegue un momento en que nos arrepintamos de haber dejado pasar tantas horas, no queda otra que asumirla: hay que tener claro que el tiempo de verdad se sitúa en el presente, que desde ahí abarca las demás dimensiones, hay que dominar nuestro tiempo de la forma en que lo hacen los grandes escritores en sus novelas.
PETER REDWHITE

1 comentario :

  1. Me ha encantado esta entrada. La coloco en mi Top Ten :P

    "Todos nacemos con un tempo, una armonía para hacer las cosas y para ser en la vida. Respetar ese tempo, es escuchar el ritmo de nuestro pulso, conectar con nuestra naturaleza interior y respetar ese espacio que es sólo nuestro; donde no hay más tiempo que el propio, el que cada ser necesita para habitarse a sí mismo. Cuando respetamos nuestro tempo, respetamos el tiempo que necesitamos para aprender, para reflexionar, para asimilar lo que sentimos, para expresarnos, y para respetar nuestros silencios."

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