12/5/15

ESO NO ES TAREA NUESTRA, por Heterodoxa


Eran las ocho de la mañana, hora en que mis biorritmos no son los más óptimos para el ejercicio intelectual, bueno, en realidad, para casi nada y sin embargo el asombro que me produjo el comentario de uno de mis compañeros de Singapur fue como si me inyectasen cafeína en vena.  Sucedió hace unos años cuando seguía un curso en Harvard. Teníamos que analizar una situación planteada en uno de los casos a estudio y su respuesta “…..eso no nos toca analizarlo a nosotros, esas cuestiones son responsabilidad del Director General”, me dejó sin habla. Insistí un poco por si había entendido mal —las ocho de la mañana—, pero le vi tan turbado que me callé. Me pareció increíble que alguien pudiera autoimponerse barreras en la deriva de su pensamiento y de su análisis. Años después, un artículo aparecido en el Financial Times me dio nuevas pistas. En síntesis el artículo venía a decir que las autoridades de Singapur, alertadas por la falta de determinados perfiles empresariales, buscaban dar un giro en sus programas de enseñanza  con la puesta en valor de actividades creativas y críticas. Viene esto al caso porque no tengo muy claro de qué se habla cuando se habla de sustituir el actual modelo productivo por otro basado en el conocimiento y la innovación.
Esa misma sensación de programación, de auto censura, se me viene repitiendo en los últimos tiempos. Intento convencerme de que pueda deberse al giro hacia la especialización, al enfoque en determinadas habilidades técnicas de nuestro modelo educativo, a esas reformas para adaptarnos a no se sabe muy bien qué y ni si siquiera si sus abanderados saben de lo que hablan cuando nos programan el futuro. A eso, y no tanto a un proceso de auto-inhibición. Cuando algún medio gurú avanza ahora que los conocimientos transversales, el pensamiento lateral podrían llegar a ser casi tan importantes o más que los conocimientos técnicos a la hora de desarrollar visiones holísticas. 
Hace unos años los grandes fondos de inversión se dieron cuenta de que necesitaban matemáticos y físicos y no solo financieros por su conocimiento, entre otras cosas, de las aplicaciones de big data o el desarrollo de algoritmos avanzados para el análisis del riesgo. Entonces tuvieron la suerte de encontrarlos.  Ahora parece que son los departamentos de recursos humanos de las grandes compañías los que comienzan a buscar perfiles con capacidad para conocer, comprender, formular y dar respuesta a preguntas pluridisciplinares y retos sistémicos. La ejecución de proyectos necesitará, dicen algunos, de mentes integradoras que sean capaces de coordinar equipos con conocimientos de disciplinas muchas veces muy alejadas entre sí.  Donde el estudio de la filosofía y las humanidades, el hecho de pensar, que ahora parece quererse reducir a élites diletantes y ejecutivos senior, quizás sea un factor fundamental que diferencie a las sociedades del conocimiento.
Tengo que confesar que, a veces, cuando por una u otra causa he tenido que plantear a mis amigos cuestiones un poco complejas —seguro que es que no formulo bien la pregunta–— muchos me salen con algo como  “…deja, deja, qué pereza, eso me hace pensar…”, como si el hecho de pensar, de analizar, de cuestionarnos no fuera algo connatural al hecho de existir. Será, se me ocurre, que de tanto ser bombardeados con píldoras de pensamiento digerido, de esos argumentarios procedentes de think tanks, se nos está anquilosando el musculo. O quizás que tampoco interese que esa capacidad se desarrolle demasiado, no sea que… Mientras no llegue el día que alguien me vuelva a responder “eso no es tarea nuestra” o remede aquella frase que dijo el mayordomo Stevens en la novela Lo que queda del día de Ishiguro, “eso no me corresponde” o peor, continúe diciendo, “plantea la pregunta a la máquina-robot de pensamiento avanzado XR2 que es la encargada de resolver estas cuestiones”. Porque ahí ya no más. Entre  tanto, espero que cuando llegue el momento aún estén ahí… los pensadores.
HETERODOXA
Las Imágenes pertenecen a René Magritte          

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