20/5/15

COLECCIONISTA ALGÚN DÍA, por Mar Redondo


Algún día seré coleccionista de arte. Modesta, pero coleccionista. Es de esos sueños lejanos que una no da por imposibles. No sé quiénes formarán parte de esa colección, lo que sí sé con total seguridad es que no estarán Matisse ni KIimt ni Brancusi ni muchos otros, y no será por razones de gusto estético, sino económicas obviamente. También sé que cuando sea coleccionista no convertiré mi casa en un museo, no abarrotaré de piezas todos y cada uno de los espacios en paredes y rincones, y tampoco permitiré que sean observadas por muchas personas a un tiempo: a lo primero, soy minimalista por naturaleza, y a lo segundo, creo que las obras tienen que contar con un mínimo de aire en torno suyo para respirar, para hinchar pecho metafóricamente hablando y ofrecer todo su atractivo a quien las contempla. Porque hablamos siempre del síndrome de Stendhal, referido a las personas, pero debería acotarse un término para el trastorno de “retraimiento” que no me cabe duda debe de afectar a los objetos artísticos bajo determinadas condiciones de exhibición y saturación de miradas simultáneas sobre ellos.
Tú no invades su espacio, ellos no invaden el tuyo. Esa debería ser la regla número uno en arte. Creo que solo en esa situación ideal puede establecerse una relación profunda, de tú a tú, entre la obra de arte y el observador. Uno transforma al otro y viceversa, y puede suceder de repente o de forma paulatina, casi inconsciente. Si ya a veces una pieza contemplada en un museo fugazmente o durante pocos minutos y con público alrededor logra emocionarnos, qué no sucederá con tiempo dilatado para contemplarla, para ensimismarnos ante ella, para comprenderla. Qué no nos daría ella y, recíprocamente, qué no le daríamos nosotros. Sería una historia de amor, de odio o de indiferencia —como todas las historias, como todas las relaciones encajaría en alguna de estas categorías—, pero auténtica, con fundamento, con la significación de la convivencia y, por tanto, del conocimiento y la comprensión mutuos.
Y, tras esa relación, ¿cómo afrontar una posible separación? Que se lo pregunten a la familia Gurlitt, que poseyó en silencio durante setenta años Mujer sentada sobre una butaca, pintada por Henri Matisse y propiedad del marchante judío Paul Rosenberg. Aparte de las razones obvias de esa larga ocultación: el alto valor económico de la obra y el carácter irregular de la propia adquisición gracias a los vínculos de Hildebrand Gurlitt con el régimen de Hitler, que se incautó de multitud de obras consideradas “degeneradas”; cabría imaginar además el pesar de la familia por tener que separarse de semejante joya artística, y de otras sesenta más según reconoció Cornelius Gurlitt, hijo de Hildebranddt, antes de morir en 2014 a los ochenta años, adquiridas del mismo modo irregular.
Digo “cabría imaginar” su pesar, porque Mujer sentada sobre una butaca fue descubierta por unos funcionarios de Aduanas ¡en una caja de tomates en la cocina de Cornelius! Curioso destino para una pintura tan valiosa, e irónico, teniendo en cuenta que Cornelius antes de morir describió a su padre como un héroe que protegió la colección del fuego, de las bombas, de los nazis, de los rusos y de los americanos  de todo, menos de las hortalizas, y también a sí mismo como un guardián del arte. Cierto que el Matisse ha sobrevivido hasta hoy y se encuentra al parecer en buen estado de conservación, pero ¿una caja de tomates? Me pregunto dónde colocarían entonces los Gurlitt los propios tomates, tal vez expuestos en alguna pared de la casa, que para eso sabían ellos de arte. Lo cierto es que esta imagen de la figura del coleccionista no concuerda mucho con alguna que el cine nos ha dado últimamente: el protagonista de la película La mejor oferta, por ejemplo, perfeccionista, obsesivo, atesora su colección de retratos de mujeres en una habitación blindada a la que únicamente accede él y, una concesión solo una vez, la mujer de la que bajando la guardia se ha enamorado. Si yo fuera coleccionista, ¿qué elegiría, caja de tomates o habitación blindada? Tendré que ir pensándolo, para cuando llegue el día, cada vez más cercano.
MAR REDONDO

No hay comentarios :

Publicar un comentario