12/11/13

GLOBOS MAL ATADOS

Últimamente son frecuentes las miradas al pasado de nuestro país, en concreto a los años de la transición y sus protagonistas. Siempre es de celebrar que como ciudadanos sintamos la inquietud de conocer a fondo nuestra Historia —el clásico “saber de dónde venimos para saber adónde vamos”—, pero más aún lo sería si los motivos que nos llevan a mirar atrás tuvieran verdaderamente que ver con ese deseo de conocer y no tanto con el hastío y la decepción hacia el momento presente.

De pronto, han vuelto de la sombra nombres de la política que dejaron de sonar hace ya bastante tiempo en algunos casos, en otros no tanto, personajes que a su paso por el sillón dejaron, según quién, grandes, pequeñas o ínfimas —y terribles— cosas. Algunos de ellos se revalorizan ahora de nuevo por su, según quién, estatura política y su labor pasada —a los que muy justamente la Historia no revaloriza, les revalorizan sus fanáticos o incluso ellos a sí mismitos— en contraste con las de la casi totalidad de nombres que pitan hoy en lo público.

Como zombies, salen o son sacados de sus tumbas políticas expresidentes de gobierno y otros personajes públicos de una época que no solo nos parece sino que, comparada con la actual, fue eminente. Eminente en especial en el deseo y el compromiso de empujar hacia delante a una sociedad y unas estructuras que eran arcaicas, rudimentarias y acomodaticias en lo político, lo económico y sobre todo lo social. Eminente en que se consiguió. No por nada la transición en nuestro país se ha considerado ejemplar fuera de él. Nos convertimos en un país “moderno” partiendo casi de la nada y teniendo además como rémora y freno a la parte agonizante pero aún viva del cuerpo dictatorial. Aun así crecimos y ganamos en derechos y deberes, en perspectivas y oportunidades, en madurez y responsabilidad.




No lo hicieron los políticos solos, lo hicimos todos.

Dejamos de mirarnos el ombligo y levantamos la vista para ver qué se cocía alrededor, y decidimos que no queríamos seguir siendo engañados y fagocitados por un sistema político demente. Lo hicimos entre todos. Y con el tiempo creímos en serio que la demencia había sido eliminada, fumigada con el spray del consenso, el pluralismo y la tolerancia.

    Ahora sabemos que no era así, que no habíamos segado todos los tentáculos de la medusa. La medusa ha resucitado. A la medusa le han vuelto a crecer los brazos y los extiende cada vez más y más lejos, llega a todo, no deja nada sin tocar. Toca sueldos, empleos, impuestos, becas, sanidad, justicia, televisiones, adjudicaciones, contabilidades, sexo, concepción, fe y padre muy señor mío. Tocamientos, tocamientos, tocamientos. Sin obstáculos. Ya no estamos autoencerrados entre fronteras geográficas ni políticas. La medusa viciosa, depravada, cuenta ahora además con los mejores aliados, la globalización y el capitalismo feroz, para montarse la orgía y toquetearnos bien a gusto. La medusa no discrimina lo que toca, salvo cuando se refiere a sí misma, claro; si por ella es, la medusa seguirá eternamente virgen, intocada, inmaculada, pura.

Y mientras la medusa nos mete mano, o mejor dicho tentáculo, los sueños se escapan como globos mal atados y los expresidentes de épocas mejores vuelven a dejarse ver. No en cabeceras de manifestaciones ni blandiendo pancartas ni alentando a los ciudadanos como un día hicieron —total, a ellos ahora ya no les hace falta, y puede decirse lo mismo de ciertos cantantes o artistas antes comprometidos— sino promocionando sus libros; libros que hablan del descrédito de la clase política y del liderazgo, o libros que cuentan memorias más personales que políticas y que pretenden hacernos creer que ofrecen respuestas —así lo proponen algunos incluso desde el mismo título—. ¡Ea, la variante del libro de autoayuda para asuntos políticos! Sin duda un caballo ganador para las editoriales, que arriesgan poco, tan poco como estos prestigiosos autores que parecen haber cambiado las reivindicaciones y las reformas por las dedicatorias y los apretones de manos. En fin, esto también hace Historia.

MAR REDONDO, habitante del ático.


... Me desperté y vi la luz del amanecer en las mirillas de la persiana. Salía de tan adentro de la noche que tuve como un vómito de mí mismo, el espanto de asomar a un nuevo día con su misma presentación, su indiferencia mecánica de cada vez: Conciencia, sensación de luz, abrir los ojos, persiana, el alba.
JULIO CORTÁZAR

6 comentarios :

  1. Cuánta razón tienes, como un amigo que decía hace tiempo que España es y será siempre un país de Franquitos: Franquitos territoriales, ideológicos, que miran cada uno exclusivamente hacia su parcela, hacia su chiringuito. Y con 350 sinvergüenzas (se llaman a sí mismos legisladores) que salen corriendo de puente sin saber qué es lo que ha legislado. Como si les importara algo a los padres de la patria. Lo malo que lo llevamos enquistado desde el siglo XIX.

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  2. Perdón. El del comentario anterior era Luca.

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  3. Sí, Luca, nos inocularon el virus del absolutismo allá a comienzos del XIX y todavía no hemos conseguido sacudírnoslo de encima. Y también como entonces nos han venido de fuera los Cien Mil Hijos de San Luis para terminar de cimentar el absolutismo del todo...

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  4. Me desperté y vi la luz del amanecer... Quiero levantar cada día la persiana y dar crédito a la esperanza de una nueva oportunidad. Todos estamos un poco o un mucho decepcionados, pero tal vez el nuevo impulso parta desde dentro de cada uno. ¿Qué hacemos cada día por alguna de las personas que tenemos cerca? ¿A cuántas personas conocemos, que realmente fueran capaces de gobernar con la honestidad que requiere el puesto?

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    1. Es cierto, Ángeles, que la honestidad hoy día es una delicatessen, escasa y cara, y que deberíamos empezar por nosotros mismos, siempre se puede ir más allá en todo.

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